Paradise City 0.3
WHERE THE GRASS IS GREEN AND THE GIRLS ARE PRETTY
May
17.
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Categoría: jolibú, tv

Maduras. Te siguen gustando las pelis Marvel de ostias como panes y con explosiones que hacen que la Segunda Guerra Mundial parezca una fiesta de guardería. Pero de cuando en cuando, y mientras las otras cosas que te gustan (Mr. Robot, Billions, etc..) van generando sus ciclos y sus contenidos, con algo tendrás que pasar el tiempo. Y a M le recomendaron esta serie.

El Cuento de la Criada

Inspirada en un relato de Margaret Atwood, la historia se centra en una «criada», una mujer que ha sido colocada en un hogar de un alto dirigente de una teocracia que ha conseguido tomar el poder en Estados Unidos. La «criada» recuerda, a base de flashbacks, los acontecimientos que dieron paso a la situación actual, mientras se descubre, en el presente, que una «criada» es una mujer cuyo único objetivo es ser violada sistemáticamente durante sus días fértiles del periodo con el objetivo de proporcionar un heredero a los dueños de la casa en la que es acogida. Por ello, las criadas cambian su verdadero nombre al patronímico del señor de la casa. DeFred, en el caso de la protagonista.

Bueno, démosle una oportunidad. Las distopías son interesantes. 10 episodios de la primera temporada despues, esta serie me provoca un mal humor sordo. Eso a mi. A M tuve que calmarla varias veces diciendole que es una ficción y que no hay que tomarselo tan a la tremenda. Las razones son claras y muy variadas: la primera es que está maravillosamente bien cuidada y producida, no reconoces la situación inicial de DeFred hasta que ves cuatro o cinco flashbacks, donde te das cuenta de que no solo las criadas son el último escalón en el sistema de castas que han diseñado en este nuevo país que ahora se llama Gilead. De hecho, de las criadas podría decirse que gozan de cierto grado de respeto y veneración, pero que todo el sexo femenino ha sido sistemáticamente «desempoderado», humillado, subyugado, despojado de derechos (como trabajar o poseer dinero y propiedades) y están sometidas totalmente a una estructura de poder absolutamente machista.

Pero la intrahistoria de las criadas pierde todo su encanto cuando ves el acto al que se ven forzadas y por el que todavía se las consideran relativamente útiles: debido a un problema de fertilidad a escala mundial, todas las criadas son mujeres fértiles colocadas en hogares donde el matrimonio no ha dado frutos; una vez allí, debido a una interpretación extremista de un versículo de la Biblia, el dueño de la casa y su esposa realizan un ritual donde se viola a la criada para que el fruto de esa relación pase a ser el descendiente de la pareja de «señores». Y no SON unaS escenaS precisamente bonitaS o relajadaS. Nadie está a gusto y esa sensación se traslada al espectador.

No, no es una historia bonita, no hay ningún rayo de esperanza. Todo está controlado, una palabra a destiempo conlleva un castigo, un comportamiento inadecuado te hace desaparecer. DeFred/June muestra el paralelismo de la situación actual con su historia anterior, cuando estaba casada y tenía una niña, y como todo se perdió el día que le separaron de su marido y su hija. Estas son las cosas que realmente pedimos a un entretenimiento, que nos haga sentir cosas.

Y aquí estamos, a puntito de empezar con la segunda temporada para seguir con la sucesión de desdichas de DeFred. Altamente recomendable.


Nov
17.
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Categoría: jolibú, tv

Uno de los fenomenos televisivos de la temporada pasada fue la primera temporada de esta serie producida por Netflix. Un producto cuidado, con una mezcla de nostalgia de los ochenta, una historia original y una combinación de jovenes actores desconocidos y gente consagrada hizo que los ocho primeros episodios, a pesar de ser un arco cerrado, supiesen a poco y que todo el mundo estuviese ansioso esperando esta segunda temporada.

TrackWays

Por ejemplo, la fotografía es un lujazo. Las escenas, por ejemplo, de la vía del tren por dentro del bosque son un recreo para la vista. La dimensión alternativa y los túneles están maravillosamente recreados y filmados con un gusto exquisito. Estos son pequeños detalles que, combinados entre si con el reparto, la producción y la historia (en general), hacen de esta serie, junto a Narcos, la punta de lanza de Netflix.

Antes de ver nada, la espera produjo varias interrogantes. Para mi, la más importante era saber cual sería el hilo conductor, ya que, salvo un último momento en el último episodio de esa primera temporada, la historia estaba cerrada del todo. Y aquí es donde, desde la perfección y la minuciosidad de la producción, hay que reconocer que la serie flojea un poco.

Ya digo que es un producto redondo y muy muy estudiado. Pero quizás todo el arco de autodescubrimiento de Cé mientras el resto del grupo las está teniendo tiesas contra las fuerzas del mal rompe el ritmo de la temporada. Así mismo, para todos aquellos novatos y no iniciados en los juegos de rol (Dungeons & Dragons) pueden verse superados por la asociación tan directa que los chavales hacen de los seres malvados con criaturas del mítico juego.

Defectos menores, en todo caso. La historia se situa un año despues de los sucesos de la primera temporada: Las dificultades de Will para recuperar su vida despues de la experiencia traumática que sufrió y las posteriores secuelas, las relaciones del resto de amigos cuando un nuevo alumno se incorpora al curso, las tribulaciones y agobios de la madre de Will intentando recomponer su vida, la extraña convivencia entre Cé y el sheriff y como los hermanos de Mike y Will, junto con el novio de Nancy, intentan llevar los remordimientos de no haber hecho nada por su amiga desaparecida en la primera temporada.

Quizás, más allá de los consagrados (hasta cierto punto) Wynona Ryder y David Harbour, lo mejor de las interpretaciones son las del grupo de cuatro chicos y la propia Cé, que denotan química entre ellos. Esa relación de grupo de amigos te la crees. No todo es perfecto, pero los conflictos se hablan y se solucionan. La sorpresa (por inesperada y hasta cierto punto, gratuita) la da en esta segunda temporada la aparición de Sean Astin (Goonies, El Señor de los Anillos), pero la sensación desaparece cuando, como broma interna, el personaje se pregunta en una frase memorable si «la equis marca el tesoro pirata».

Problema para una siguiente temporada: morir de éxito. El final vuelve a ser medio abierto y aunque esta tanda de episodios se salva porque los dos últimos son buenísimos, la presentación de la trama y la historia alternativa de Cé son unos peajes que la audencia puede que no perdone una segunda vez. Mi propuesta sería cerrar de alguna manera definitiva todo el arco de la dimensión paralela y con ello, todas las tribulaciones de Will (y de los pobres Wynona y David Harbour, que no ganan para disgustos). Ojo, no estoy pidiendo un final feliz (no hago spoilers, pero si lo habéis visto, sabéis que ser secundario en esta serie no garantiza un papel extenso) pero si que esto acabe de una vez. Y de ser posible, con un final redondo. Porque esta serie se lo merece.

Bonus Track Cabroncete: El problema del personaje de Wynona Ryder con la decoración de su casa va en aumento.


Mar
29.
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Categoría: tv

Últimamente, dejando a un lado mis queridos temas freaks/ciencia ficción, le estoy dando con saña y gusto a dos series: Arma Letal y Billions. La primera no tiene más allá que la recuperación del formato de las «buddy-movies» en la que todo vuela por los aires. Pero qué queréis que le haga si uno es así de simplón.

Billions es bastante más que eso. Cuando empecé con la primera temporada, te deslumbra por la facilidad que el dinero se utiliza. Y temporada y media después, comprendes que el dinero no es más que una herramienta y que la serie pivota unicamente sobre el poder. Que proporciona dinero para conseguir poder sobre otras personas.

No es una historia moral. Cuando los egos del fiscal del distrito sur de Nueva York (es decir, Wall Street y la zona donde es más posible que ocurra un delito económico) y del presidente y fundador de una compañía especulativa de inversión de capitales chocan, las vidas de esas dos personas y de quienes les rodean se ven afectadas por las decisiones que ambos dos toman con el fin de putearse mutuamente. Más cuando la esposa del susodicho fiscal trabaja como psicóloga de plantilla para la empresa del millonario.

No hay personaje «bueno». No bueno en la diferencia moral de, por ejemplo, Luke y Darth Vader. Chuck Rhodes y Bobby «Axe» Axelrod son autenticos bastardos hijos de puta cada uno en su campo. Uno, bailando en el delicado equilibrio del sistema legal norteamericano y el otro, en la jungla bursátil. El otro, haciendo malabares entre hacer lo que le da la puta y real gana bordeando la línea del delito y el uno, conseguir que la impunidad de Axe (y demás gente similar a él) sea castigada, no ya como trabajo, sino en el punto de la obsesividad y persecución personal.

Y esta es la presentación de la serie. Cada episodio se convierte en un desfile de triquiñuelas y artimañas de las que, por lo general, uno de los dos protagonistas sale vencedor sobre el otro. Perdiendo algo por el camino. Principalmente alguna relación personal que más adelante se convertirá en algo sobre lo que el contricante basará su estrategia ganadora en un futuro episodio.

Ya digo que nadie espere ver comportamientos ejemplarizantes. Personalmente, he simpatizado más con Chuck durante la primera temporada, pero el comportamiento de este para con su equipo en lo que llevo de segunda me ha hecho ponerlo a la misma altura moral que Axe. Y mi expresión favorita cada vez que veo un episodio es «Qué hijo de puta«. Para cualquiera de los dos. Quizás, en cierto modo, el personaje más decente (y está por ver el momento en el que cambie, porque no puede ser que siempre sea el saco de los golpes el mismo) es el de Wendy Rhodes, mujer del fiscal, siempre en medio de las jugarretas entre su marido y la persona que paga su nómina en base a su profesión.

Lo mejor de la serie son las actuaciones. Damian Lewis (Homeland, Band of Brothers) presta su inescrutable expresividad al retorcido Axe, un millonario a base de comprar acciones baratas y venderlas caras, sin importar qué, cómo o a quien se lleva por delante. Teniendo información privilegiada, a poder ser. Paul Giamatti (San Andreas, El Ilusionista) es el sibilino Rhodes, el fiscal que desea convertir su persecución personal de Axe en el ejemplo de lo que ocurrirá a todos aquellos que posean ventaja ilegal en el mercado bursátil, hasta tal punto que no le importará poner en riesgo la lealtad de su equipo o, incluso, su matrimonio. Maggie Sif (Sons of Anarchy) es Wendy Rhodes, la psicóloga de Axe Capital y esposa de la persona que está rastreando los trapos sucios de esa empresa, siempre entre la espada y la pared de la fidelidad a su marido y el secreto profesional (junto a la lealtad hacia quien le paga). Y más en segundo plano, Malin Akerman (Espectro de Seda en Watchmen) como Lara Axelrod, mujer de Axe, haciendo de choni macarra venida a más, ya que contrajo matrimonio antes de que llegase la riqueza y que cada vez que demuestra que a su familia no se le mangonea, alguien acaba muy jodido.

Temporada y media de serie (bendito Fusión) y como digo, de lo mejorcito actualmente en parrillas. La pregunta que me hago, como en todos estas situaciones, es si tendrá un final a la altura o la estirarán como un chicle. Ahora mismo, está en el mejor momento. Egos hinchados difuminados entre lo personal y lo profesional. Y sé que hay una tercera temporada en camino. Pero prefiero un final digno a una trama enrevesada, sosa y sin sentido.


Feb
17.
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Categoría: jolibú, tv

He acabado de ver la segunda temporada de Rick y Morty. Vale, reconozco que ha bajado un punto lo que viene a ser el «WTF» continuo que las aventuras de Rick y Morty en la primera temporada. Pero el conjunto en general y ese «mosquis, qué finalazo» de la segunda temporada molan. Molan. Y molan mucho.

rick_morty

Estas son la narración de las correrías de Rick Sánchez, un megacientífico excéntrico buscado por la justicia en miles de universos y de su acompañante habitual, su no tan brillante e infinitamente más empático nieto Morty. Por comparar y buscar una reducción al absurdo, Rick y Morty es a Futurama lo que South Park a los Simpsons: Divertida, pero cruzando varias veces por episodio esa línea que a veces no se debe cruzar.

La clonación, el racismo, los viajes multidimensionales, la absurda y gratuita violencia, el valor de la existencia de cada individuo, pueblo, planeta e incluso de cada universo son los temas profundos que se pueden tocar en cada episodio. Pero contado de tal manera que el mensaje se altera por las carcajadas que produce cada burrada que se produce.

Antes de lanzaros sobre ella, un par de avisos: Es muy rara. Incluso para quienes ya la hemos visto, cada toma de contacto con Rick es un nuevo descenso a los infiernos de la condición humana: Rick no es un ejemplo. De nada. Bebe. Fuma. Eructa en cada frase dos o tres veces. No tiene reparos en disparar primero y preguntar después. O no preguntar. Sus actos solo persiguen la supervivencia propia. Incluso el inútil de Morty es dejado atrás varias veces, bien como cebo, bien como rehén, bien como olvido. Y muchas de las veces, olvido no casual.

Pero es que Morty tampoco es un personaje con el que te identificas: es demasiado dependiente, rastrero, emocional y empático. Rick sobrevive por medios propios; Morty simplemente es el patito de feria al que se ignora. Hasta que se le dispara. En un primer momento se puede caer en la comparación simple de que el dúo protagonista son una especie de equipo tipo Doc Brown – Marty McFly de Regreso al Futuro. Y ojito, porque ni uno es tan inteligente como para darse cuenta de que no lo es, ni Doc es tan asocial como poner su vida por delante de la de su compinche. Y Rick, el nexo de unión entre la pléyade de universos-dimensiones-realidades y el resto de la familia, es un tipo abyecto que desprecia a su yerno, ignora a su hija y utiliza a sus nietos para encargos que él no puede/quiere hacer. Vale que la familia tampoco es muy «disculpable», porque como en todas estas producciones, la disfuncionalidad es la seña característica de esta unidad familiar: Abuelo supervillano, madre veterinaria sin vida personal, padre parado, hija en plena edad del pavo e hijo pajillero.

Con estos antecedentes, es fácil suponer que Rick, además de adicto a varias sustancias estupefacientes de este universo y de otros muchos, sea una especie de psicopata con nulo respeto por la ley. En concreto, con los sistemas legales de muchas y variadas realidades. Todo parte del hecho de que su invento favorito sea una pistola de portales capaz de trasladarle en un santiamén de un universo a otro. De actividad alegal en actividad alegal, de fuga en fuga.

Y el caso es que los acontecidos son de lo más variopinto y extraño. Muchas veces no por culpa de Rick, pero en realidad, este personaje es el único que es capaz de dar sentido a lo que sea que esté pasando. Las más de las veces, por algún hecho anterior que provocó que Rick adquiriese el conocimiento. El resto, porque da la sensación de que ni siquiera el guionista sabe que está pasando. Pero al final, lo que sea que ocurre, acaba bien. De una manera explosiva, con fluidos salpicando y tú mirando la pantalla con una expresión de «¿PERO QUÉ *burp*COJONES*burp* ES ESTO?»

Avisados estamos. No es la típica serie de dibujos. No se la pongas a tus sobrinines de 10 años. Tampoco a tu tía. Hay que verla con mente abierta. Es rara. Se pasa tres pueblos y el humor es, cuanto menos, discutible.

Pero si Futurama y South Park te gustaron por separado y te planteaste una duda razonable de qué pasaría si se juntasen, dale una oportunidad.


Este finde he terminado de ver la segunda temporada de Homeland. Me ha pasado algo curioso, y es que hacía tiempo que no tenía enganchada a ninguna serie. Y esta la he disfrutado tranquilamente, sin presión, dos o tres episodios cada vez.

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No es una serie al uso. Lenta. Exasperadamente lenta en la primera temporada, la segunda le cuesta arrancar. Eso si, cuando lo hace, es una espiral de dudas, traiciones, puñaladas, giros de guión y sorpresas que desembocan en un final de temporada en el que solo quieres y pides más. Y pasa algo curioso con este final. Si en la primera temporada tus sentimientos hacia Brody son de «grandísimo hijo de maldita la hiena», la evolución de su personaje tras todas las putadas que le ocurren hace que hasta empatices y te caiga bien. Hasta tal punto que una duda razonable aparece en tu mente.

La otra pata de la serie, Carrie, es una especie de «espectador en la serie». Casi siempre a remolque de la acción, sus descubrimientos son los mismos que va realizando el espectador y pese a tener un problemón muy serio (concretamente «estar como una puta cabra»), consigue  tambien hacerse un hueco en el corazoncito y sientes que las cosas que le ocurren te ocurren tambien a ti. Un guión muy puñetero, que juega con ambigüedades y con la constante duda de saber si Brody es quien dice ser.

Buenos actores. El duo protagonista, Damian Lewis («Hermanos de Sangre», «Life» y Claire Danes («Romeo y Julieta») viene acompañado de unos secundarios de lujo como Mandy Patinkin («Hola, soy Iñigo Montoya, tu mataste a mi padre, preparate a morir») y Morena Baccarim («Firefly», «Stargate»). Todo ello hace que una serie sobre un tema muy espinoso sea una de las últimas joyitas que no hay que perderse. De lo mejorcito que he podido ver fuera del género de ciencia-ficción.



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