Maduras. Te siguen gustando las pelis Marvel de ostias como panes y con explosiones que hacen que la Segunda Guerra Mundial parezca una fiesta de guardería. Pero de cuando en cuando, y mientras las otras cosas que te gustan (Mr. Robot, Billions, etc..) van generando sus ciclos y sus contenidos, con algo tendrás que pasar el tiempo. Y a M le recomendaron esta serie.
Inspirada en un relato de Margaret Atwood, la historia se centra en una «criada», una mujer que ha sido colocada en un hogar de un alto dirigente de una teocracia que ha conseguido tomar el poder en Estados Unidos. La «criada» recuerda, a base de flashbacks, los acontecimientos que dieron paso a la situación actual, mientras se descubre, en el presente, que una «criada» es una mujer cuyo único objetivo es ser violada sistemáticamente durante sus días fértiles del periodo con el objetivo de proporcionar un heredero a los dueños de la casa en la que es acogida. Por ello, las criadas cambian su verdadero nombre al patronímico del señor de la casa. DeFred, en el caso de la protagonista.
Bueno, démosle una oportunidad. Las distopías son interesantes. 10 episodios de la primera temporada despues, esta serie me provoca un mal humor sordo. Eso a mi. A M tuve que calmarla varias veces diciendole que es una ficción y que no hay que tomarselo tan a la tremenda. Las razones son claras y muy variadas: la primera es que está maravillosamente bien cuidada y producida, no reconoces la situación inicial de DeFred hasta que ves cuatro o cinco flashbacks, donde te das cuenta de que no solo las criadas son el último escalón en el sistema de castas que han diseñado en este nuevo país que ahora se llama Gilead. De hecho, de las criadas podría decirse que gozan de cierto grado de respeto y veneración, pero que todo el sexo femenino ha sido sistemáticamente «desempoderado», humillado, subyugado, despojado de derechos (como trabajar o poseer dinero y propiedades) y están sometidas totalmente a una estructura de poder absolutamente machista.
Pero la intrahistoria de las criadas pierde todo su encanto cuando ves el acto al que se ven forzadas y por el que todavía se las consideran relativamente útiles: debido a un problema de fertilidad a escala mundial, todas las criadas son mujeres fértiles colocadas en hogares donde el matrimonio no ha dado frutos; una vez allí, debido a una interpretación extremista de un versículo de la Biblia, el dueño de la casa y su esposa realizan un ritual donde se viola a la criada para que el fruto de esa relación pase a ser el descendiente de la pareja de «señores». Y no SON unaS escenaS precisamente bonitaS o relajadaS. Nadie está a gusto y esa sensación se traslada al espectador.
No, no es una historia bonita, no hay ningún rayo de esperanza. Todo está controlado, una palabra a destiempo conlleva un castigo, un comportamiento inadecuado te hace desaparecer. DeFred/June muestra el paralelismo de la situación actual con su historia anterior, cuando estaba casada y tenía una niña, y como todo se perdió el día que le separaron de su marido y su hija. Estas son las cosas que realmente pedimos a un entretenimiento, que nos haga sentir cosas.
Y aquí estamos, a puntito de empezar con la segunda temporada para seguir con la sucesión de desdichas de DeFred. Altamente recomendable.