Pues eso, allí me planté, el viernes, tras salir del curro y haber intentado dormir un par de horitas. Intentado porque mi señora madre, (Hola, Ama!) en su infinita sabiduría decidió llamarme a ver que tal todo mientras yo estaba tirado en la cama intentando recuperar sueño para lo que se avecinaba por la noche. Porque, primero, había que llegar. El OpenAir de Getafe no viene a ser lo que se puede denominar un sitio accesible. Y el viernes, los horarios estaban un poco desmadrados y fuera de lugar.
Porque de los grupos de ese primer día solo me motivaban especialmente Slash y The Darkness. Así que, para ir llegando con tiempo, calculé que pasando de Sôber y viendo ArchEnemy mientras me buscaba hueco en las primeras filas me daría para ver a Slash en una posición relativamente cercana. El plan funcionó correctamente excepto por el hecho de que lo de ArchEnemy fue una muy muy muy muy mala idea. Doble bombo a todo trapo y una chica cantando con voz demoníaca no es mi rollo para nada. Es una pena, porque los músicos son buenos, pero el estilo musical no les favoreció.
Y después de los suecos, el señor Saul Hudson, en arte Slash a la guitarra y Myles Kennedy a la voz dieron un autentica lección magistral de canciones de Guns n’ Roses (No he visto a Axl, pero despues de lo del viernes pasado, dudo que me plantee hacerlo), Slash Snakepit y Velvet Revolver. Eso si, las estrellas son ellos y nadie más que ellos. El resto de músicos a oscuras y los focos sobre guitarra y cantante. He asistido a una sesión de espectaculos de frontmans y hay que reconocer que, cada uno en su estilo, Slash, Justin Hawkins y Bruce Dickinson hacen lo que quieren con el público. A lo que voy, que me desvío. Un gran concierto de Slash y mejor trabajo de Myles, con lo que a mi me queda la duda de saber si el mérito de GnR era de Slash o de Axl. Pero no voy a comprobarlo. Myles Kennedy me hizo olvidarme del señor Rose y no creo que haya mejor piropo que ese mientras suenan NightTrain, My Michelle, Rocket Queen, Sweet Child O’Mine o el tema que da nombre a este humilde blog.
Pero el viernes también iba con ganas de ver a The Darkness, que se volvieron a juntar a principios de año. Tengo sus dos discos y me convenció su rollo guitarrero. Una pena que se mezclase la farlopa por medio y Justin Hawkins tuviese que ser obligado a apartarse del grupo para recuperarse de sus excesos. Pero yo tenía ganas de verles y a pesar de lo infame de la hora de comienzo (2:40 AM) fue el concierto que más cerca ví, disfruté y berreé. Y ya digo que Justin Hawkins como frontman no tiene precio. Corrió, saltó, hizo el pino en la plataforma de la batería (en la segunda canción… la podía haber liado MUY gorda), jugó con el público, disculpó a su hermano cuando se dejó un ajuste de la pedalera mal hecho para el comienzo de la siguiente canción… Un gran show, a pesar de lidiar con ser el siguiente en salir después de Slash y que nos quedasemos en familia, como quien dice, para escuchar el rollo rockero desenfadado, con falsetes y gorgoritos a lo Queen que proponen los ingleses. He leído un par de críticas descarnadas sobre la actuación de The Darkness y no las comparto para nada. Mi sensación fue que estuve en un gran concierto y que repetiré si puedo. Ojo, yo no voy a pontificar, pero el redactor de TheRollingStone y el señor Ra-fa-Ba-sa parece que no estuvieron en el mismo sitio y hora que yo.
Y con esto nos plantamos en el sábado. Tuve que hacer un par de gestiones y no pude plantarme en el recinto antes de DreamTheater para quedar con un par de amiguetes que llevaban tragando polvo, calor y sudor todo el día en el OpenAir. Tampoco pude disfrutarlo demasiado porque nuestro objetivo era situarnos lo más cerca del escenario para ver el show de los Maiden. Y no defraudaron. Reconozco que no es mi rollo, y que las canciones de la última etapa no son muy de directo. Pero las clásicas de toda la vida (Iron Maiden, The Trooper -con Dickinson y su clásico numerito de la chaqueta de soldado y la Union Jack recorriendo el escenario a toda velocidad-, Fear of the Dark, The Number of the Beast, Two Minutes to Midnight, Hallowed be thy Name o WickerMan) me hicieron sentir que estaba en unos de esos conciertos a los que hay que ir si te gusta la Música, porque son representativos de una época y de un estilo musical. Que el sonido fuera bajo, que hiciese calor, que respirasemos polvo o que te claven 8 lebros por un cachi katxi (gracias, señor Parásito) de cerveza sólo afirma el recuerdo. Dentro de 20, 30 años podré decir que estuve viendo a los Maiden. Y qué calor hacía.
P.D.: La vuelta fue divertida, porque me paró la Guardia Civil a soplar. Bebí cerveza, lo admito, pero no comí nada. Y dos horas después del último trago, me hicieron control de alcoholemia. No soy de los que cogen el coche cuando beben porque considero que la única cantidad de bebida segura es no tomar nada, pero me avergüenzo de reconocer que esta vez lo cogí y di 0.06, estando el límite en 0.25. En fin, un recuerdo más…