
No voy a venir a descubrir a Neal Stephenson ahora. El que le ha leído, probablemente o bien le ame o no le entienda. Yo entro en la categoría de amor. Cuando ataqué el Criptonomicón, me encontré un universo rico, muy friki y totalmente absorbente. La mezcla de elementos de ficción con situaciones y personajes reales funcionaba muy bien, a pesar del atentado que se cometió con la traducción española del único volumen original a 3 libros. Stephenson repitió la fórmula en la precuela (secuela en su obra, hechos anteriores al Criptonomicon) de El Ciclo Bárroco, un mega tocho de 3 libracos en versión original y 8 volúmenes en la traducida donde los antepasados de los personajes del Criptonomicón, junto a otros varios personajes reales e históricos, abren los hilos argumentales que se cierran el el Criptonomicón y, ya de paso, se cuenta el paso de la alquimia a la ciencia racional, la convulsa historia de Europa en el siglo XVII y la creación de los mercados de valores, entre otras cosas.
Así que vamos a cometer una herejía: A mi entender, Stephenson es el Tolkien tecnológico. Es decir, en vez de moverse entre elfos, orcos y conflictos entre dioses, Stephenson maneja con maestría el entorno tecnológico, Internet, el código binario y los conflictos tecnológicos. No tanto en Criptonomicon y/o el Ciclo Bárroco (bastante menos freaks en lo referente a tecnología) sino en sus primeras obras como La Era del Diamante: Manual Ilustrado para Jovencitas o Snowcrash. Y nos ha regalado uno de los personajes literarios que con el paso del tiempo se convertirá en un icono cultural geek (si no lo es ya): Enoch Root. Un personaje enigmático del que no se puede decir demasiado para no reventar el secreto que esconde. Pero al que, en círculos muy internos de frikez extrema, hay quien lo compara con Gandalf.
El caso es que, despues de haberme tragado casi todo lo publicado por este hombre (aviso que hay que utilizar algún medio bastante alegal, por cierto) me enteré de que tenía nueva novela: Anatema. Y chico, pues me apetecía meterme con otro texto de este hombre. Mi querido y nunca suficientemente bien ponderado Viagraman me lo regaló por mi cumpleaños y, tras seis meses de lectura no demasiado intensiva, me lo acabé la semana pasada.
Olvidense de hechos hístoricos. Olvidense de personajes reales. Anatema crea un universo paralelo. Un mundo que es muy parecido a donde vivimos, pero con su propia historia. Stephenson construye una mitología, un sistema social y una religión desde cero. Y en el tochete que nos ocupa (por fin alguien ha entendido que merece la pena publicar el título en su integridad y dejarse de leches) todo tiene cabida: ingeniería, jardinería, kung-fu, viajes espaciales, matemáticas, filosofía, amor, extraterrestres, amenazas atómicas y un nuevo y extraño idioma. Términos tan extraños que aconsejan una segunda lectura, porque en ningún momento te avisan de que hay un glosario al final del libro y, aunque el contexto ayuda, muchas veces no sabes acerca de qué está hablando el narrador. Pero, resumiendolo a nivel muy básico, es un texto fiel al concepto de «viaje y aventuras».
Fra Erasmas «Raz» es una especie que ve alterada su rutina monacal el día que se produce cierto hecho. Toda su comunidad lleva preparandose para dicho acontecimiento desde su fundación, pero a todos los miembros les sorprende el hecho de que les haya tocado a ellos. Siguiendo los planes preparados miles de años atrás, Erasmas se verá zarandeado de un lado a otro de su mundo y se planteará las preguntas existenciales que cualquiera se ha hecho alguna vez en su vida. Solo que las respuestas, en Arbe, -y más como Stephenson como autor- puede que no sean ni las clásicas ni las esperadas.
A ver, lo primero. Es un libro dificil de leer. Incluso para los defensores acérrimos del autor. Su inicio coge la acción «in medias res» y el primer tercio son disgresiones sobre el pasado del protagonista, explicaciones sobre la sociedad de Arbe y el porqué de la existencia de los «concentos» (monasterios). Es en el segundo tercio de lectura donde el viaje del protagonista empieza a tener sentido y es al final donde todo estalla, se desmaneja y, cuando piensas que no puede haber nada que salve la situación, el sentido común de Raz y sus compañeros, con cierta dosis de intriga y tensión, resuelven todo el problema. Pero ya digo que hay momentos para todo. Y Stephenson se recrea en discusiones físicas, tecnólogicas y metafísicas para que el lector entienda que si, estamos en otro universo y/o planeta, pero que cualquier ser vivo sintiente tiene las mismas dudas técnicas y filosóficas que quien tiene el libro en las manos.
Lo releeré a gusto. Pero dentro de un par de añitos.
EDITO: Porque no hay nada como escribir una entrada y encontrarte con que el asunto de ella vuelve a la carga: En Barrapunto, el día 8 de septiembre, publican una entrada con la descripción acercad e la última ocurrencia de Stephenson: una novela colaborativa. De momento, la cosa está un pelín verde y en inglés, pero cuando la traduzcan y publiquen, seré el primero en la cola.