Qué puñetero es el cerebro humano. Cuando se cumple un plazo de tiempo definido (año, curso, década en este caso que me ocupa), empieza a darle vueltas a todo lo vivido con el ánimo de sacar experiencias y aprender de lo vivido.

No tengo buen recuerdo de la veintena. Quiero decir, que realmente mi vida ha comenzado a los treinta: Independencia ecónomica, viajes para conocer el mundo que me rodea, trabajo en otras ciudades, profesionalidad en dichos desempeños, relación amorosa, compromiso y churumbel… Todo ello comparado con mis veinte los deja bastante a la altura del barro.
Y por eso, mirando al futuro, ahora mismo mi -nuestra- vida está monopolizada por ese pequeño ser totalmente dependiente. No creo que sea una crisis de los cuarenta. Es que ahora mismo en mi vida no veo más allá del ciclo «trabajo, niña, sueño«. Y como siempre en estas circunstancias, primer afectado, el blog.
Así que madurar era esto…