El tiempo se relativiza, eso está claro: han sido unas navidades diferentes. Muy diferentes. Edurne ha supuesto una variable nueva en la ecuación y tanto su madre como yo no hemos sido capaces de descansar de la manera que necesitabamos: mucha familia, mucho compromiso y poco relax.

Y no es que no lo hayamos disfrutado, a nuestra manera. Pero es que este 2018 ha sido tan intenso y diferente, que todas las sensaciones, sentimientos y situaciones se han visto potenciados. Muy potenciados.
Ya es de todos conocida mi aversión a las festividades. Este año he celebrado poco, muy poco. No pido nada en especial, salvo salud para todo el mundo y que el 2019 no venga peor. El resto iremos tirando como buenamente podamos. El primer lunes laborable del año para mi siempre es deprimente y se junta el dulce recuerdo de las festividades pasadas con el frio e implacable paso de la rutina diaria. No hay festivos programados hasta marzo.
Seguimos al pie del cañón.