Pongamos un contexto: nacido a finales de los 70 – principios de los 80. Seguro que hay algún nombre de esos molones para definir esta generación: probablemente, los últimos en jugar en la calle, los últimos en llamar por teléfono fijo a un compañero de clase para que te pasase los deberes, aquella última generación que en los meses de verano cogía la bici después de desayunar y aparecia en casa unica, y exclusivamente, para comer y merendar. Aquellos que recuerdan la combinación de herida, agua oxigenada y mercromina.
Ya estamos localizados en el tiempo. Vamos a lo que importa: Quien más, quien menos, disponía en casa de una enciclopedia, herramienta indispensable para trabajos de clase cuando la bibliografía de estudio (el material escolar por defecto) se quedaba corto. Algunos compañeros incluso acudían a bibliotecas municipales a sacar datos de los libros de consulta que no se podían retirar. A la hora de entregar dichos trabajos se intuía a simple vista quien había recurrido a qué solución. Principalmente por el grosor del fajo presentado.
Esta es una de las ventajas que proporciona la revolución tecnológica: el acceso a tal cantidad de documentación y material de referencia nunca jamás conocida ni siquiera imaginada por ningún ser humano anteriormente.
Vale, igual esto no os abre las carnes ni os causa la misma sensación que a mi, pero con la cercanía del evento de SonGoku, me he prometido que esta circunstancia no le va a pasar inadvertida. Ya, esto puede parecer la tipica batallita que me contaba mi padre: «En mis tiempos no teníamos tantos medios para estudiar«. De hecho, ES la misma batallita. Solo que actualizada en época y medios.
A lo que voy es que me parece increíble el poco interés y desarrollo que tiene esta idea en las nuevas generaciones y lo que es peor, en las personas que les forman. Tragamos con el hecho de que las discusiones eternas que se mantenían acerca de cualquier tema se han acabado, ya que con un movil con conexión a internet se puede consultar y dar la razón a uno de los tertulianos. Y ese es el uso principal que tiene todo el conocimiento acumulado en la actualidad.
Igual es que el volumen de información es tal que solo se da el acceso a la aplicación principal (pongamos el ejemplo de la wikipedia) pensando que será la propia persona quien por voluntad propia investigará. Y así tendremos la conciencia tranquila al proporcionar la herramienta, descargando en el estudiante el manejo de la susodicha. Si ese es el modelo de trabajo, yo soy el estudiante, veo lo que tengo delante y me acojono tanto al ver la cantidad de información de la que dispongo que ya no vuelvo a entrar.
Uno de mis viejos vicios a la hora de procrastinar (siguiendo con el ejemplo de la wikipedia) es consultar una entrada e ir tirando del hilo: consultar sinonimos, antonimos, conceptos relacionados, enlaces del propio artículo: vagueo, si. Pero productivamente. Intento aprender.
Opino que se está equivocando el enfoque: solo se enseña la herramienta, no el contexto ni el tratamiento posterior. Es como el viejo chiste de estudiantes donde se cuenta que el profesor enseña las mil y una maneras de f****** a la princesa. El cómo matar al dragón será el ejercicio que entra en el examen.