Uno de los fenomenos televisivos de la temporada pasada fue la primera temporada de esta serie producida por Netflix. Un producto cuidado, con una mezcla de nostalgia de los ochenta, una historia original y una combinación de jovenes actores desconocidos y gente consagrada hizo que los ocho primeros episodios, a pesar de ser un arco cerrado, supiesen a poco y que todo el mundo estuviese ansioso esperando esta segunda temporada.

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Por ejemplo, la fotografía es un lujazo. Las escenas, por ejemplo, de la vía del tren por dentro del bosque son un recreo para la vista. La dimensión alternativa y los túneles están maravillosamente recreados y filmados con un gusto exquisito. Estos son pequeños detalles que, combinados entre si con el reparto, la producción y la historia (en general), hacen de esta serie, junto a Narcos, la punta de lanza de Netflix.
Antes de ver nada, la espera produjo varias interrogantes. Para mi, la más importante era saber cual sería el hilo conductor, ya que, salvo un último momento en el último episodio de esa primera temporada, la historia estaba cerrada del todo. Y aquí es donde, desde la perfección y la minuciosidad de la producción, hay que reconocer que la serie flojea un poco.
Ya digo que es un producto redondo y muy muy estudiado. Pero quizás todo el arco de autodescubrimiento de Cé mientras el resto del grupo las está teniendo tiesas contra las fuerzas del mal rompe el ritmo de la temporada. Así mismo, para todos aquellos novatos y no iniciados en los juegos de rol (Dungeons & Dragons) pueden verse superados por la asociación tan directa que los chavales hacen de los seres malvados con criaturas del mítico juego.
Defectos menores, en todo caso. La historia se situa un año despues de los sucesos de la primera temporada: Las dificultades de Will para recuperar su vida despues de la experiencia traumática que sufrió y las posteriores secuelas, las relaciones del resto de amigos cuando un nuevo alumno se incorpora al curso, las tribulaciones y agobios de la madre de Will intentando recomponer su vida, la extraña convivencia entre Cé y el sheriff y como los hermanos de Mike y Will, junto con el novio de Nancy, intentan llevar los remordimientos de no haber hecho nada por su amiga desaparecida en la primera temporada.
Quizás, más allá de los consagrados (hasta cierto punto) Wynona Ryder y David Harbour, lo mejor de las interpretaciones son las del grupo de cuatro chicos y la propia Cé, que denotan química entre ellos. Esa relación de grupo de amigos te la crees. No todo es perfecto, pero los conflictos se hablan y se solucionan. La sorpresa (por inesperada y hasta cierto punto, gratuita) la da en esta segunda temporada la aparición de Sean Astin (Goonies, El Señor de los Anillos), pero la sensación desaparece cuando, como broma interna, el personaje se pregunta en una frase memorable si «la equis marca el tesoro pirata».
Problema para una siguiente temporada: morir de éxito. El final vuelve a ser medio abierto y aunque esta tanda de episodios se salva porque los dos últimos son buenísimos, la presentación de la trama y la historia alternativa de Cé son unos peajes que la audencia puede que no perdone una segunda vez. Mi propuesta sería cerrar de alguna manera definitiva todo el arco de la dimensión paralela y con ello, todas las tribulaciones de Will (y de los pobres Wynona y David Harbour, que no ganan para disgustos). Ojo, no estoy pidiendo un final feliz (no hago spoilers, pero si lo habéis visto, sabéis que ser secundario en esta serie no garantiza un papel extenso) pero si que esto acabe de una vez. Y de ser posible, con un final redondo. Porque esta serie se lo merece.
Bonus Track Cabroncete: El problema del personaje de Wynona Ryder con la decoración de su casa va en aumento.