– ¿SÍ? ¿DIGAME?
J***r, ya estamos. No he salido de Atocha y se me ha sentado justo detrás el tio que me va a dar el viaje. Como el de ayer, el clásico imbécil que piensa que por chillar a su subordinado acerca del importante cliente que ha delegado una gestión en su empresa, ya piensa que el resto del vagón le va a hacer la ola y aplaudir cuando cuelgue.
– MMmmmm no, en estos momentos no estoy trabajando, mire usted. Además, tampoco dispongo de vehículo porque he tenido un accidente…
Clac. Cierro mi cerebro. No quiero saber nada. Ya sabéis que las conversaciones a grito pelado telefónicas son una cosa que me altera bastante, sobre todo cuando intento, o bien dormitar durante mi vuelta al hogar despues de mi jornada laboral, o bien concentrarme en el giga y medio largo de libros que llevo en el Kindle.
– Pues no, pero estoy dispuesto a trabajar en cuanto se me acabe la baja del accidente.
Además, hoy está siendo un día glorioso en lo referente al transporte público: a la ida, una señoracotorra ha estado todo el viaje de ida cascando acerca de su vida y de la ajena. TODO EL VIAJE. Continuamos con una clase entera de garrulos de bachillerato de excursión en transporte público que se han montado conmigo y se han bajado una parada antes que yo, dejándome atontado por el volumen general del rebaño y cabreado como una mona por la nula profundidad de su conversación. Así que de este gañan como que voy a pasar. Pero el tipo no lo pone fácil.
(…)
– ¿DIEGO? Si mira, me pillas en el AVE camino Murcia.
Mentira. Y gorda. Media Distancia destino Jaén. Tres cuartos de hora despues, el mismo zoquete, pero ahora ha tenido la delicadeza de levantarse y ponerse a hablar en la plataforma, en las puertas de acceso al vagón. Inutilmente, por supuesto. Los berridos llegan a los pasajeros claramente. Y claro. Dado que ha comenzado la conversación con una mentira, pues hasta me ha interesado.
– … nonono, por supuesto que no. Conoces a mis socios y a mi, y sabes que yo soy de esas personas que piensan que las oportunidades se buscan, no se esperan.
Anonadado. Jerga de comercial vendehumos calzapeines de los que intento huir como de la peste. Hemos pasado de ser un pobre lisiado parado a tener una sociedad empresarial de la que el ínclito es el comercial. Ahora si que estoy picado y sigo la conversación más atentamente.
– …. claro, claro…. efectivamente. Estamos encantados de que queráis contar con nosotros. El problema es que no puedo concretar nada ahora mismo, porque estoy en un AVE dirección Murcia y no llego hasta dentro de 4 horas.
No puedo reprimir la carcajada. Como todo comercial que se precie, mentiroso. Y para refutar mi pensamiento, el karma actua:
– ¿Diego? ¿DIEGO? Oye, te estoy perdiendo…. Mierda, no hay cobertura.
A ver, alma de cántaro. Estás en medio de campos de Castilla la Mancha. Aquí solo hay cobertura en los pueblos. El resto es un regalo. Bastante tiempo has estado hablando. Intento volver a mi libro, pensando que la conversación ha acabado. Craso error: siguiente estación, nuevo intento.
– ¿Diego? … si, mira, se ha cortado. Es que estoy en el AVE camino Murcia.
Tanta insistencia con la misma falsedad no puede ser casual. Afino más el oído.
– No, no… llego dentro de cuatro horas, pero hago un par de llamadas y en diez minutos te confirmo una llamada desde la oficina ¿Qué hora es en Colombia?
Acabaramos. Le está colocando una mentira como un piano a un cliente en el extranjero. Este es el espíritu del comercial en estos días. Colocar trolas a diestro y siniestro si el cliente no las puede comprobar. Ya decía yo que la conversación no era del todo normal.
(Tontería, lo sé, pero quiero retomar. Esta vez en serio. Otro día, más chicha.)