Como supuesto experto en temas tecnológicos, muchas veces me encuentro en la tesitura de tener que recomendar a alguien algún software o hardware concreto que le resuelva la vida o se la haga más fácil en algún sentido concreto. Este es el 99% de las consultas que se realizan.
Pero quiero escribir acerca del otro 1%. Esas consultas que vienen ya maduradas y que lo único que pretenden es que un experto confirme que la decisión tomada es buena y que sería la que un verdadero profesional del gremio tomase.
Esas.
Porque se convierte en un arma de doble filo. Ya sea como profesional o como relación personal, uno da su opinión. Si coincide con la que la otra persona tenía tomada, la cosa se olvidará hasta que el elemento en cuestión dé algún problema. En ese momento, la frase a escuchar será: «vaya puta mierda de _______ (rellenar) me recomendaste.» (O similar) La gente NUNCA reconocerá que la decisión fue suya y que acudieron en busca de un profesional en busca de confirmación.
Si este escenario ya es malo, la alternativa, que he vivido esta semana, es del género demencial. Atentos a la jugada:
Viene alguien a preguntarme por mi opinión acerca de un hardware. Y de una marca en especial. Yo nunca he trabajado con esa marca y, personalmente, hubiese elegido otras dos diferentes por delante. Por temas de servicios oficiales, consumibles y disponibilidad. Lo que hace a una marca. Simplemente mi opinión.
Pues hete aquí que la decisión de adquirir el hardware de esa marca que no me hace tilín ya estaba tomada. Por testiculina. Por que sí. Por que mi opinión no cuenta. Cuenta, simplemente, si coincide con la que se ha tomado anteriormente por otros criterios.
Y chico. Qué queréis que os diga. Para eso, personalmente, mejor ni preguntar. Yo me evito el cabreo, la otra persona no pierde el tiempo y aquí paz y después gloria.
¿Cabreo? Si. Porque ya me conozco esta historia e inmediatamente después de oficializar la compra de ese nuevo hardware, he pedido un descargo de responsabilidad sobre dicho hardware. Es decir, todo lo que sea hacerlo utilizable, seré el primero en ayudar y echar una mano. Pero en el momento que se joda (y se joderá. Por experiencias anteriores, sé que indefectiblemente, se joderá) como si la salvación de la humanidad depende de que yo meta mano en ese hardware. Que nos vamos todos al carajo: No sé. No tengo ganas. Y cuando se me pidió opinión, se pasó de mi criterio. Que lo arregle quien decidió.