Acabo de empezar Danza de Dragones, el quinto libro de la saga con la que George R.R. Martin tiene embelesado a medio mundo, serie de TV o libros mediante. Lo primero que se viene a la cabeza al hablar de esta obra es su dimensión. Gigantesca. No hay otra palabra para definir las crónicas del continente de Poniente. Y desde luego, cualquier intento de resumen palidece frente a la descomunal lista de protagonistas.

Cada posit, uno que palma
La siguiente palabra que se me ocurre es muerte. Porque casi todas las reacciones y consecuencias a actos, en principio, inofensivos, acaban con un personaje muerto. Ya sea protagonista o no. Martin no tiene reparos en cargarse a nadie. Y lo interesante es que la narrativa no se altera, ya que personajes secundarios o desconocidos en un principio toman el protagonismo, narrando en conversaciones hechos pasados que el lector no conoce hasta que los retoman estos nuevos personajes.
Así, el foco inicial de la familia Stark pasa los Lannister, sin dejar de lado el monumental cabreo de los Baratheon, para tocar a los Targaryen, a los regentes del Dorne, a los hombres que defienden el Muro, los Arryn… Listas de nombres inmensas que batallas, venganzas, asesinatos de los más diversos calibres, duelos… reducen para ser sustituidos por otros nombres que siguen el mismo círculo. Hacer algo y morir. Nunca ser un secundario en una obra de ficción fue tan peligroso. Y sin adelantar nada, ser protagonista tampoco garantiza la supervivencia.
Estos son los hechos (muy bosquejados) de una parte de la trama. Porque realmente el problema es que estamos hablando de un planeta con un plano de elíptica muy pronunciado que provoca estaciones muy largas. Al comienzo de la saga, el verano está llegando a su fin y el inicio del Invierno viene cargado de señales que anuncian el despertar de algo oscuro y apocalíptico. Estas señales no son interpretadas por nadie porque debido a la inestabilidad política del reino principal del continente todo el esfuerzo de los habitantes se reduce a recopilar provisiones para pasar el Invierno sin complicaciones y a guerrear entre ellos. Los señores de las casas principales más a guerrear y el pueblo llano más a subsistir.
Y este es el marco donde todo se concentra: Entre muertes, sexo, dragones y traiciones, Martin va dejando miguitas de pan acerca como alguno de los protagonistas puede hacer algo para investigar o evitar el mal que el frío va a despertar, pero por elementos externos, principalmente venganza, son desviados de la trama principal.
Aquí es donde hay que hablar de varios protagonistas. El descubrimiento, sin lugar a dudas, es Tyrion Lannister. El enano con el que nadie cuenta, un ser deforme víctima de sus apetitos y de su voluntad por estar a la altura de su apellido. Nunca cambia. No evoluciona. Piensa lo mismo en cada línea correspondiente a sus capítulos. Y el cabrón es un superviviente nato. Tiene todos los números para ser el siguiente cadáver, pero siempre se aferra a algo que lo mantiene con vida. Mata, trata, compra (como buen Lannister) y engaña, pero a la vez se le toma cariño.
Si Tyrion es el superviviente que no cambia, Danaerys es la superviviente que evoluciona: un personaje al que conocemos siendo una niña, que pasa a ser protegida de un rey de un pueblo nómada con costumbres brutales, que pasa a ser la reina de una nación libre. Y como tal empieza a tomar decisiones. Hombre, puede que ser la madre de tres dragones, que son las tropas de élite de un mundo que empieza a perder la fe en la magia y en los animales mitológicos, ayude bastante a que su poder e influencia sea una pieza a tener en cuenta en la política del continente. Pero ocasionalmente deja escapar alguna reacción infantil. Cada vez menos, pero ojito con la niña la mala hostia que gasta cuando se lo propone.
Y podría seguir. Cersei y Jaime, Jon Nieve, Sansa y Arya Stark… todos son piezas prescindibles en un tablero del que solo Martin conoce el desenlace. Que bien pudiera ser un puñetazo en la mesa y al carajo todo. Por lo pronto, a cerca de mil páginas por volúmen ya llevo cuatro mil leídas. Y no, no pienso ver la serie. Por mantener el suspense acerca de la trama y por no estropear la imagen mental que tengo del universo de Canción de Hielo y Fuego.