He vivido toda la vida rodeado de fútbol. Bilbao es una ciudad en la que el txikiteo, las relaciones y el Athletic son sagrados. Vaya por delante que no es mi deporte favorito, pero lo comprendo y lo entiendo. Estamos todos de acuerdo en que es una válvula de escape para los problemas diarios de la gente. Que luego se dediquen veinte minutos de televisión diarios al uñero de un jugador de un equipo grande es otra cosa y es lo que no aguanto.
Y es por eso que me alegro. Porque una o dos o incluso tres generaciones no sabemos lo que es celebrar nada. Subcampeonatos, finales perdidas… por mucho que se diga lo contrario, las finales están para ganarse y nadie se acuerda del segundo clasificado. La juerga de anoche en Bilbao tuvo que ser épica. Derrotar a todo un señor Barcelona (aunque con esos jugadores, lo de señor cada vez suena peor) en una final a doble partido ha sido un gusto que hacía mucho tiempo, demasiado, que no nos permitíamos.
No será por jugadores. Ayer la Supercopa la levantaron Munian, Aduriz, Williams, Susaeta…. pero quiero pensar que, además de la afición, un trocito de ese trofeo es para Urzaiz, Ziganda, Alkiza, Julen, Etxebe…. esos jugadores del Athletic con los que crecí y que por una cosa o por otra, nunca ganaron nada, a pesar de ser talentosos. Y que coño. Me alegro porque hay gente que conozco y aprecio a quien este trofeo hoy les ha puesto una sonrisa en la cara.
Y para todos aquellos que mantienen que la Supercopa es un trofeo menor, solo tengo que decirles que se desprecia si se pierde o si no se juega. El Athletic y particularmente, Valverde plantearon un partido excelso en San Mamés y aguantaron muy dignamente en el Nou Camp. Asi que valgan estas líneas para celebrar que por primera vez en 31 años, el Athletic ha ganado algo.