Retomo también la sección de cine/dvd con un análisis de una película que me ha sorprendido mucho. No tanto por la idea, sino por el planteamiento de la misma y, desde luego, por su resolución.
La premisa queda clara en los primeros 10 minutos de película: Un programador de una empresa centrada en búsquedas de internet (no, no es ESA alfabética, pero a nadie le sorprendería si lo fuese. O ESA red social. O ESA que se enorgullece de que hardware y software están creados por ellos.) es premiado con un viaje a la finca aislada del mundo que posee el director de la empresa para conocerle y pasar una semana con él. Una vez allí, tras firmar un acuerdo de confidencialidad, descubre que el objeto de su visita es valorar si el último desarrollo personal del director de la empresa podría pasar por una inteligencia humana.
Nada nuevo. Nada que no se haya explorado desde los tiempos de «Metropólis» de Fritz Lang. «Matrix», «Blade Runner» o «Ghost in the Shell» son ejemplos del contexto subyacente de «Ex-Machina». ¿Pueden las máquinas ser humanas?
Pero esta película aporta un par de detalles: Ava sabe que es una Inteligencia Artificial. Caleb sabe que está poniendo a prueba a una Inteligencia Artificial. Y precisamente por ello, las reacciones (e interpretaciones) del trío protagonista son genuinas. Aquí no hay fuegos artificiales, disparos, explosiones. El entorno es un laboratorio subterrano con paredes de cemento, con ocasionales vistazos de la naturaleza agreste y salvaje donde se encuentra el laboratorio/casa/escenario.
Y solo eso: juegos de luces e interpretación. Un dilema tan viejo como el cine mismo (Metropólis se estrenó en 1927) pero presentado crudamente. Sin más efectos especiales que el cuerpo de Ava, que choca la primera vez, pero pronto es olvidado por el propio personaje en sí. Y el espectador va descubriendo en el papel de Caleb a si mismo. No tanto por las preguntas que formula, sino por las respuestas de Ava. Todo ello aderezado con la presencia de Adam, el director y creador de Ava, como ojo omnisciente que esconde algo que Caleb (y el espectador) no sabe.
Thriller de ciencia ficción. Pero es interesante observer, tecnicamente, la integración de la aplicación del test de Turing en el desarrollo de la película y la explicación que se da para el modelo de aprendizaje de Ava. El modelo de aprendizaje, empezando por el final, se basa en un análisis de todas las búsquedas realizadas en el portal de la empresa (insisto en que dicha empresa no existe, pero nadie se sorprendería si fuese ESA) filtradas y diferenciadas para que Ava sepa reaccionar a cualquier estímulo, conversacional o no. Y, personalmente, no me soprendería que la tecnología actual ya esté en este punto. Otra cosa sería el desarrollo de la inteligencia artificial de Ava en si, como mecanismo autónomo. Es decir, tendríamos el modelo, pero estamos atrasados respecto al programa consumidor de dicho modelo.
Para los profanos, el test de Turing consiste en que un ser humano accede a un terminal donde hace preguntas y recibe respuestas de un ente oculto a los ojos del ser humano. Si al acabar la interacción el ser humano no es capaz de distinguir si el actor oculto es una máquina, la máquina ha superado el test de Turing. Y es aquí donde el final de la película sorprende. Una solución de boca abierta que aconsejo ver si este texto ha servido de algo. O si la ciencia ficción te dice algo más que naves en llamas, láseres o robots transformandose. Un consejo: Mente abierta y olvidarse del ritmo tan lento de la acción. Lo agradecerán.