¡Bimbambidubi! ¡Dubi! ¡Bimbambidubi! ¡Dubi!
Coño, si es Maqui. Bueno, dejando aparte el hecho de que estoy a 3000 kms de mi centro de trabajo, en un aeropuerto a punto de coger el avión de vuelta y de ser domingo…. Tiene que ser gorda, entiendo…
– Dime, Maqui
– ¿Cómo te pillo?
– A punto de saltar al avión de vuelta. Ilústrame.
Resumiendo. Marrón findesemanero en cliente. Yo no podía quedarme porque esas fechas las tenía apalabradas en/con una celebración familiar y Maqui, en una de esas de ‘hoy por tí, mañana por mí’ se la comió sin decir ni pio. De sábado a domingo pringando como un campeón. Y en estas que, en una conversación guassapera entre Maki y AYF durante el fin de semana, mi nombre salió a relucir. Basicamente, en los términos de que AYF, decidió que yo, el lunes a primerita hora, me personaba en el chiringo del cliente a recoger. Así. En frío y sin anestesia.
– Coño, Maqui, que eso no se hace.
– ¿Qué de todo no se hace?
– Pues hombre, decidir por mi sin consultarme ni estar yo presente.
– Imáginate el fin de semana que me ha dado. Todas las decisiones así o peores.
– Bueno, dado que te has comido el mierdón del finde, me siento culpable y ya que mañana estoy en la capital a primera hora, ya voy yo a recoger. Sin ningún problema, de verdad. ¿Donde es?
– Centro Comercial Chupachups en Quintalacabra de Enmedio.
Blanco me quedé. Me pinchan y no sale sangre.
– Maqui, eso es una hora larga sin atascos desde donde yo vivo y hora y media mínimo para llegar a la oficina…
– Efectivamente. Ya te contaré la de viajes que me he pegado a cuenta del cretino de AYF.
AYF. Denominado así por la facilidad que demuestra el sujeto en concreto para llegar, cargarse todo, encabronar a todo el mundo y salir por piernas. Dicho de otra manera, Atropello Y Fuga. Por resumir, AYF. Uno de esos seres de luz que piensan que todo el mundo dentro de la plantilla está a su absoluto y pleno servicio, independientemente del departamento, cargo, servicio o sueldo. Por supuesto, con niveles cósmicos de peloteo absoluto a directivos y jefazos, pero trato inhumano y despreciable para con curritos. A Maqui y a mi nos la ha jugado un par de veces y no le tenemos especial aprecio. Y por lo que deduzco del tono de Maqui, este finde ha tocado techo.
– Bueno, pues mañana no me esperes, tengo kilometrada.
– Oki. Ya te contaré.
Me monto en el avión rumiando la maravilla que tiene que ser poder elegir a una persona de la oficina y endilgarle un marrón. Maqui me pasa por guassap las capturas de pantalla de la conversación con AYF en la que decide que vaya yo a recoger. Y no contribuyen especialmente a mi sosiego y calma el ver con qué tranquilidad sale mi nombre en lo que suelta AYF. Llego, ceno, me voy a la cama y a las 6:30 estoy saliendo. Los atascos capitalinos no molan nada e intento bordearlos en la medida de lo posible de tal manera que estoy en el destino a las 7:40.
Evidentemente, de quien me tiene que abrir no sé nada y hago tiempo en el coche hasta que aparece un segurata y, tras contarle mis cuitas, me manda a la otra punta del complejo. Con la sensación de que «empieza bien la cosa y verás a qué hora salgo de aquí» aparco en mi segundo destino y para mi sorpresa y regocijo, en diez minutos tengo todo recuperado y apilado en el maletero del Clio.
Guassapeo a Maqui:
– Voy pallá. ¿Ha llegado AYF?
– Coño, qué rapidez.
– No quería saber nada de atascos antes de recoger esto. Repito, está AYF?
– No, todavía no. Te espero para tomar café?
– Mejor no, todavía habrá atasco y no quiero tenerte en ayunas. Salgo.
– Ok.
Hora y media de circulación lenta después entro en la ofi cargando todo el material recogido. Con el rabillo del ojo veo que el puesto de AYF está libre, es decir, no ha llegado todavía. Me acerco al almacén, lo ordeno más o menos y con la satisfacción del deber cumplido, me acerco al área de Sistemas donde Maqui anda domesticando a un $Luser acerca de la impresión de PDFs. Me repantingo en la silla, saco mi portatil, lo enciendo y contemplo el espectaculo. Cuando acaba de collejear al $Luser, Maqui me hace una seña y salimos. Yo a por un café que necesito como el respirar, él a fumar. Y me pone al día.
Por definirlo en una palabra, MIERDA. En dos, PUTA MIERDA. No por nosotros como departamento, si no porque la desorganización en el proyecto ha sido tal, que en ningún momento el cliente se sintió cómodo. Y la imagen de profesionalidad cayó como un ladrillo. Maqui tuvo que aportar soluciones propias que no se le han pagado, los chicos que debían estar presentes cumplieron, pero a cambio de poco menos que nada y el hardware tuvo varios problemas de rendimiento ya detectados, pero «como ya estaba montado, a tirar con ello a muerte«. AYF dixit. Y Maqui cabreado. Como una mona. Porque por lo visto AYF todavía tuvo las santas pelotas de ponerse chulo acerca del desempeño general del departamento de sistemas. Y de Maqui en particular durante ese finde en concreto. Y Maqui será muchas cosas, pero laboralmente no se le puede reprochar nada. Cosa que todo el mundo sabe, excepto AYF. Que, para redondear la jugada, tuvo las santas pelotas de no dignarse a aparecer en el evento en cuestión.
(El que quiera saber el final de la historia, que me avise.)