Ayer, por motivos que no vienen al caso, tuve que presentarme a primera hora en IFEMA. Tan primera hora que salí de casa sin desayunar y con bastante sueño. Asi que tras llegar al recinto y hacer lo que tuviese que hacer, me lancé sobre la primera barra de bar que intuí y pedí un café con leche. Este, en concreto:
– ¿Qué te doy?
– Dos ochenta.
Y ahí fue cuando me desperté del todo. Vaso de cartón, varita de plástico para revolver y café malo. Malo de solemnidad. Una puta mierda. Desde luego que la peor relación calidad precio que recuerdo desde que tengo uso de razón y consumo cafeína. Y mira que he estado en sitios donde el café caro y malo es una constante.
En Madrid tengo un problema. No he conseguido encontrar una cafetería, bar, restaurante o local público con un café decente. Cada vez que voy a Bilbao lloro de alegría al tomar un expreso con leche como $Deity manda, con su taza, su espumita y su pelín de crema en la leche. En la capital, la costumbre de echar el puto café en los mismos vasitos que las cañas (zuritos) de cerveza y volcar la leche en el mismo recipiente me pone de mal humor. Y es que si todavía el café fuese decente, la cosa tendría un pase. Pero no. Y de hecho, en el bar de abajo, ya he pasado de pedir cafés con leche a pedir un té, como si fuese una viejecita inglesa de 85 años.
Pero de cuando en cuando me apetece sentir el latigazo de la cafeína. O no tanto sentirlo como necesitarlo. Como el día de ayer. No me considero cafetero, pero me gusta que el café sepa bien y esté preparado como he descrito: Caliente, Dulce y Aromático. Y es curioso: Me he movido un poco por esta pelota de hierro interespacial y todavía no conozco lugar alguno donde pongan algo parecido a lo que a mi me gusta: Por poner dos ejemplos, en Estados Unidos, el café es demasiado aguado (echar 5 litros de agua en la misma cantidad de café en la que aquí sacamos un expresso es lo que tiene) y en Japón… bueno, lo llaman café porque es negro y caliente. El sabor es completamente diferente.
Una curiosidad: No soy muy de esa cadena norteamericana de café hipercaro, pero he de reconocer que, saliendo del país, es lo más decente que te puedes echar a la cara. Y que si pagas 4 euros por un café, por lo menos, tienes un cancarro grande en el que llorar tus penas. No una mierda de vaso de cartón servido como si te salvasen la vida.