Esta es una de esas películas en las que la excelencia técnica y de las interpretaciones no casan para nada con la historia tan truculenta y dura que se nos presenta.
Y no por novedosa, porque estamos ante una de las muchas variadas versiones de la historia documentada por el mismo Solomon Northup. Historia localizada en los Estados Unidos de pre Guerra Civil, donde un ciudadano libre afroaméricano es secuestrado y privado de libertad y de derechos y con únicamente la voluntad de volver a ver a su familia, es llevado a una plantación en los estados confederados donde vive 12 años conociendo a todo tipo de amos, compañeros esclavos y personas, a cada cual más ruin y con opiniones increiblemente retrógradas en lo referente a la propiedad de personas como si fuesen cosas. O peor. Nada.
Dura. Jodidamente dura. No es agradable de ver. La historia de Solomon no es la cabaña del Tio Tom. Ni Raíces. Desde luego que las plantaciones no es Tara de Lo que el Viento se Llevó. No es la visión «particular» de Django Desencadenado. El negro es una cosa. Que da la casualidad que respira. Que piensa. Que siente. Pero que no llega a la altura del amo. Palizas. Humillaciones. Todo este sufrimiento no es tanto para castigar al esclavo como para servir de ejemplo al resto de los esclavos. Y no es tanto la relación amo-esclavo como la relación entre los propios esclavos. Nada es peor que la propia humillación de no poder confiar en nadie más que en uno mismo, ya que la persona nacida esclava no conoce ninguna otra alternativa y permanece en la rueda.
En la película se muestran varios tipos de amos. Todos parten de la idea de que el sistema está establecido y que no lo van a cambiar. Y aceptando esta base, hay varios espectros: Benedict Cumberbatch (el Holmes de la serie moderna de la BBC) es un propietario de plantación maderera que se comporta relativamente bien. ¿Hay grados de hijoputismo? Pues si.
Porque el personaje de Michael Fassbender puede considerarse uno de los mayores hijos de puta de la historia del cine, a la altura de Henry Fonda en Hasta que Llegó su Hora. Un negrero propietario de una plantación de algodón que trata a los esclavos peor que a animales. Palizas, violaciones, asesinatos…. una joyita retorcida, con una moral retorcida donde todo lo que hace tiene sentido. Moral, ética y religiosamente. Y todo lo que sea humillar, castigar o apalizar a sus esclavos va en ello.
Repito. Dura. Hasta tal punto que se pasa mal en el cine. Los mismos sentimientos de angustia que pude tener en «Lo Imposible». Yo al cine no voy a sufrir. Ojo, no digo que sea mala película. Solo digo que hay que ir dispuesto a pasar un mal rato de cojones, porque no es plato agradable. Por cierto. No sigo demasiado las candidaturas a los Oscars, pero con menos y peores papeles ha habido premios: Fassbender se lo lleva muerto con su papelazo de hijo de puta sin corazón ni sentimientos.