Nunca me ha importado trabajar en Agosto: Ritmo diferente, mejor calidad de vida, ningún atasco en la capital, plazos más relajados… e irme de vacaciones en septiembre, cuando todavía hace calorcito y los precios han podido bajar algo. Si te lo curras bien, incluso hasta puedes estar de vacaciones en el propio trabajo.
Hasta este año.
Movidas estructurales aparte que intentas dejar para cuando haya menos carga y menos gente en la oficina, un cliente se ha decidido a darnos el verano. Otro día hablaremos de las limitaciones de los procesadores Intel en tablets frente a los ARM, tranquilos. Pero el cliente en cuestión se ha propuesto que, mientras ellos se van de vacaciones (TODO EL MUNDO), los que les damos servicios de apoyo y/o desarrollo debemos quedarnos al pie del cañón y resolverles todos los problemas habidos y por haber. Dicho de otra manera, puñaladas traperas volando por los aires.
Dicho de otra manera, aún: Todo el mundo está crispado y los plazos se están cerrando, porque ya no es que tengamos que sacar uno o dos desarrollos… es que el más gordo de todos ellos DEBE cambiar de arquitectura. Y no es que me estén cayendo por todos lados, porque afortunadamente, mi desempeño no se ve muy afectado por esta decisión, pero todo el mundo se haya alterado, presionado y con un único plazo asumible en la boca: Urgente y para ya.
Y para eso, ya tenemos el resto del año…