Creo que ya lo he contado alguna vez: por suerte para mi o desgracia para el resto, tengo unos cuantos amigos con los que es un placer quedar. A los que puedo estar mucho tiempo sin saber de ellos (por vagancia, etc…) y llamar en cualquier momento para hablar como si nos hubiesemos visto ayer. Personas que no les importa estar un rato fuera de su rutina habitual para pasar un tiempo conmigo contando que tal nos va la vida.
He dicho amigos. Y si. Lo he dicho bien. Me hace gracia la perversión del término provocado por las redes sociales. Tendrás conocidos, tendrás contactos, lo podrás llamar muchas cosas. Pero amigos, en el sentido sincero de la palabra, yo los puedo contar con los dedos de las manos. Y digo que me hace gracia por el mero hecho de que parece que existe una competición para ver quien tiene más «amigos» de estos de palo.
Si me ocurre algo bueno (o no tan bueno, pero que me afecta igualmente) yo no agarro esa red social y le cuento a esos 400 «amigos» mi circunstancia. Probablemente no llegaría a esas 10 personas que ya digo que forman mi circulo de confianza plena. Y desde luego, yo no quiero figurar como «uno mas» en lista de gentes a las que puedo haber conocido de una noche y que, por lo visto, consideran que nuestra relación merece calificarse como amistad.
Como este finde en Bilbao, con la sensible baja del señor Poochie y la caída a media tarde del señor Viagraman. Comi, bebí, reí, me encabroné, discutí, bebí, reí, me caí al suelo… mientras que junto a los señores Parasito y Proletario ibamos sumergiendonos en la profundidades de las fases de la borrachera, contandonos anecdotas, acontecidos… Cosa que no hago todos los días, cosa que tenía ganas de hacer y lo más importante, disfrutando de la compañía.
Estamos hablando de gente que nos respetamos (poco, pero lo hacemos), a las que se puede decir cualquier cosa que tampoco pasa nada (dependiendo del contexto, las cosas como son) y teniendo en cuenta que estamos en un momento de la vida en el que no tenemos porqué aguantar nada a nadie, donde estamos empezando a definir como queremos que sea el resto de nuestra vida y algunos hacen planes que involucran a otras personas e, incluso, personitas.
Y es que estas cosas tienen su puntito y yo lo agradezco.