Hay malas noticias y noticias malas que te las tomas mal. Hago esta distinción porque me parece importante lo segundo: Las malas noticias son esas noticias que no te gusta oir, pero que forman parte del ciclo de la vida y de las personas: Que un compañero de curro con el que te vas de café y cañas se pire a otra empresa, que alguien se muera… etc, etc…
La segunda categoría son auténticas cabronadas. Hechos ocasionados por terceras personas que repercuten en la vida de otros. No tanto accidentalmente (todos hemos podido tener un día malo y hacer una cosa sin pensar en las consecuencias….) sino esas decisiones hechas con premeditación, alevosía, con ánimo e intención de hacer daño y que marcan un antes y un después en la vida de las personas.
Tierra quemada. Sembrar los campos con sal. Esas opciones que cierran directamente la puerta a una posible vuelta atrás a corto y medio plazo (si se es rencoroso a largo plazo tambien) en el momento que se hacen públicas. En las malas noticias, apechugas y tiras para adelante. En las malas noticias que te tomas mal, encima ves que no puedes hacer nada.
Es una cosa jodida. Es triste ver pasar a una persona de la alegría y la pasión a un estado catatónico, depresivo, casi cadaver, sin perspectiva de recuperación. Todas las ilusiones cercenadas de raíz. Y no poder hacer nada para solucionarlo. Esa sensación de impotencia tiene que ser emocionalmente devastadora. Si esto fuese una película de Jolibú, el protagonista, despues de recibir el golpe, se apoyaría en los puños, se incorporaría, se sacudiría el polvo y saldría a la calle a encontrar una alternativa.
Pero esto no es una peli. Esto es la vida real. La gente sangra, llora, se deprime y no tiene porqué levantarse en menos de dos horas. Y cuando tú no eres espectador y conoces de cerca el drama que se ha montado, solo te quedas mascullando entre dientes la maldición acerca de la vida. La puta vida que te pone en el camino las peores personas posibles.