Este finde-puente he estado en X. Para la vuelta, dado que ha sido un puentaco gordo en Madrid (para quien lo ha tenido) Renfe no tenía a la venta billetes normales y tuve que adquirir uno de clase Preferente, con su espacio de más, etc, etc…. El tema es que el domingo, a la hora de montarme, encontré que el tren no era el Altaria habitual que hace el recorrido, y que nos lo habían cambiado por un Media Distancia, sin clases diferenciadas, etc, etc. Un amable revisor nos indicó que tendríamos derecho a la devolución de una parte del importe y todos a correr.
Con esa intención me planté en Chamartín ayer por la tarde. Tres ventanillas y media hora después, salí con un cabreo de impresión. Expliqué la situación de arriba a tres personas diferentes. Las dos primeras me redirigieron a otra ventanilla con una desgana máxima, digna de cualquier funcionario que se precie. La tercera la vi venir a kilometros: varón, cincuenta y muchos mal llevados, pelo escaso y unas ganas locas de acabar de atender al publico e irse para casa.
Le explico el acontecido del primer párrafo mientras observo como los ojos miran al infinito. Y el infinito le mira a él. Y el infinito dice «miau!«. El hombre suspira, baja el menton y por encima de sus gafas me lanza la cansina y cansada mirada del funcionario. Y entonces echa la sota de bastos.
«Necesitas una copia del billete en papel.«
Evidentemente, NO tengo billete físico. Por comodidad, Renfe permite la compra electrónica de sus billetes y la aplicación envía al movil un SMS que te redirige a un portal donde tienes el codigo QR correspondiente al billete.
Y por eso, no tengo copia del billete en papel. Claro, todo eso sumado a que me han redirigido ya dos veces y que, pensando que sería más cómodo y más fácil hacer las cosas presencialmente, pues me salió.
Mi vena.
Esa que tengo más o menos controlada, pero que en ese momento saltó.
«Pues no puedo imprimirlo. Tengo un billete electrónico aquí mismo, en el móvil. ¿Y dice usted que puedo presentar esta reclamación por teléfono? ¿Y TAMBIEN ME VAN A PEDIR UNA COPIA IMPRESA DEL BILLETE?«
Amosanda, no me jodas.
Pero nada, nada, nada me prepararía para la posterior reacción del hombre. Se sorprendió. Noté como leeeeentameeeeente, neuronas no habituadas al procesamiento lógico y no asociadas a llevar a cabo tareas repetitvas se iban desperezando. Como los engranajes de un reloj de una catedral renacentista parados hace un siglo.
CREEEEEECK KO-KLONK! CREEEEEECK KO-KLONK!
Cinco segundos despues, la puntilla:
«No, supongo que no, eso es imposible. Pero si hace usted la reclamación aquí, es necesario el billete.«
Pero vamos a ver, alma de Dios. No tengo billete físico. He acudido a la ventanilla por esa simple conexión de ideas que dice que si estoy allí, podré agilizar el trámite. Y solo me encuentro trabas. Iba a subirme a la mesa y empezar a pegar gritos, cuando la ovejuna expresión del señor me hizo desistir. Este no ha visto un ordenador en su vida y a lo más lejos que llegaré es cabrearme más vista la disposición con la que me atienden. Sí, aún más cabreado.
Así que dí las buenas tardes y me giré. Ahora la devolución del dinero se ha convertido en algo personal.