Este finde he terminado de ver la segunda temporada de Homeland. Me ha pasado algo curioso, y es que hacía tiempo que no tenía enganchada a ninguna serie. Y esta la he disfrutado tranquilamente, sin presión, dos o tres episodios cada vez.
No es una serie al uso. Lenta. Exasperadamente lenta en la primera temporada, la segunda le cuesta arrancar. Eso si, cuando lo hace, es una espiral de dudas, traiciones, puñaladas, giros de guión y sorpresas que desembocan en un final de temporada en el que solo quieres y pides más. Y pasa algo curioso con este final. Si en la primera temporada tus sentimientos hacia Brody son de «grandísimo hijo de maldita la hiena», la evolución de su personaje tras todas las putadas que le ocurren hace que hasta empatices y te caiga bien. Hasta tal punto que una duda razonable aparece en tu mente.
La otra pata de la serie, Carrie, es una especie de «espectador en la serie». Casi siempre a remolque de la acción, sus descubrimientos son los mismos que va realizando el espectador y pese a tener un problemón muy serio (concretamente «estar como una puta cabra»), consigue tambien hacerse un hueco en el corazoncito y sientes que las cosas que le ocurren te ocurren tambien a ti. Un guión muy puñetero, que juega con ambigüedades y con la constante duda de saber si Brody es quien dice ser.
Buenos actores. El duo protagonista, Damian Lewis («Hermanos de Sangre», «Life» y Claire Danes («Romeo y Julieta») viene acompañado de unos secundarios de lujo como Mandy Patinkin («Hola, soy Iñigo Montoya, tu mataste a mi padre, preparate a morir») y Morena Baccarim («Firefly», «Stargate»). Todo ello hace que una serie sobre un tema muy espinoso sea una de las últimas joyitas que no hay que perderse. De lo mejorcito que he podido ver fuera del género de ciencia-ficción.
Coincido plenamente, 100% recomendada, y deseando que empiece la siguiente temporada para salir de dudas…