Si robas para comer, «haremos que el peso de la justicia caiga sobre tí«.
Si estafas o robas a una empresa, «te voy a meter una demanda que hasta tus nietos me van a deber dinero«.
Si te levantas 22 millones de euros de un modo deshonesto, «los ciclos búrsatiles y económicos es lo que tienen. Es el capitalismo, zorra!«.
De un tiempo a esta parte, las noticias, aparte de dar ganas de mudarse a una isla desierta, solo sirven para encontrar ejemplos de personas que medran, trepan y escalan en sus salarios gracias a sus contactos, sus puestos de trabajo o simplemente, por encontrar maneras ilegales de sacar tajada. Y lo peor de todo es que, ese mismo dinero, o esos mismos contactos luego sirven para eludir o rebajar el castigo impuesto por la justicia, con lo que, encima, la justicia también se enfanga en estos lios que no ayudan a tener una percepción de país fiable. Desde luego que fuera no. Y dentro….
Pues dentro nos encogemos de hombros y decimos «otro más». En una cultura donde la picaresca es alabada, todo el mundo pasa de lo ocurrido porque en el fondo tenemos arraigado el gen de que si llegamos a estar en esa situación, haríamos lo mismo. Por muy honrado y justo que se tenga. Porque es dificil acumular millones con un sueldo normal y tenemos miedo al castigo que nos puede caer. Pero una vez hecho el primer millón, encima, a airearlo. A pagar cosas en metálico, a restregar al vecino el coche nuevo y si me pillan, a enseñar dedos a la prensa.
Un partido político no puede tener ganancias. No puede ser una empresa al uso. No puede pedir créditos para pagar las campañas electorales. Todos sabemos que gane quien gane las elecciones, el verdadero poder lo tienen las entidades que financian las campañas. Y a cambio de un trato de favor en la legislación, dichas campañas salen más o menos rentables. Un político no debería cobrar por su actividad si no tiene cargo público. Y, desde luego, un partido político NO debería tener beneficios. NO estamos hablando de una empresa. Y los que saben de que pie cojeo, que estén tranquilos. Disparo a ambos lados. No se salva ninguno.
Y es por eso que me jode ver cada día en los medios a personas a sueldo de esos partidos defender lo indefendible, justificando autenticas barrabasadas jugando con el lenguaje y para decir «si, pero no». No es tanto el malabarismo dialéctico de quien lo dice sino el convencimiento absoluto de quien lo cuenta. Que se lo cree y todo. Y estamos hablando de cantidades de dinero con las que el común de los curritos (y más con la que está cayendo) no soñamos en ningún momento.