Pues contrariamente a lo que pueda esperarse de mi, iba con miedo. El experimento de «Y-Tarantino-encontró-la-II-Guerra-Mundial» que fue Malditos Bastardos me dejó un regusto raro. No tanto por el acabado (una orgía de risas, violencia y chistes facilones a cuenta de los nazis) sino por la sensación que de haber tenido algo más de rigor historíco, Malditos Bastardos hubiese disputado a Kill Bill o Pulp Fiction el título de joya de la corona de la filmografía de Tarantino.
Y Django Desencadenado brilla con luz propia en el apartado de guión. Ojo, sigue teniendo la marca de la casa Tarantino: Dialogos chispeantes, envenenados y que no vienen a cuento, amén de violencia. Violencia no tanto gratuita sino más bien medida en cantidad, pero desmedida en calidad. Cuando hay tiros, salpica la sangre a los espectadores. Avisados váis. Pero ya digo que el guión es algo muy cuidado, muy meditado y que, por mucho que le duela a Spike Lee (que huele la palabra «negro» y salta con acusaciones de racismo, a Tarantino, a su padre y al Papa en Roma), no es más que la historia de un esclavo afroamericano que es liberado por un cazarrecompensas alemán y se asocia con este para recuperar a su mujer de las garras de un dueño de plantación negrero, racista e impresionantemente cabrón.
Todo ello ambientado en una época increiblemente racista y, como tal, excepcionalmente recreada. Detalles como las máscaras para esclavos peligrosos, que un «negro», esclavo o libre, no pudiese montar a caballo o la diversidad de castigos que se podían aplicar a dichos esclavos dan mucho que pensar. Evidentemente, se ha avanzado mucho. Pero sales dando vueltas al hecho de que el mundo todavía se siente culpable por otras barbaridades similares y/o peores y esta todavía sigue latente en el sur de los Estados Unidos.
Técnicamente es un western, no vamos a negarlo. Pero no es una peli del Oeste en el sentido de «historias de la frontera, indios y vaqueros», no. La acción se desarrolla en las plantaciones de algodón del sur de Estados Unidos dos años antes de la Guerra Civil. En un ambiente donde el racismo es tan natural como el respirar y los propios esclavos son racistas con gente de su misma etnia. El personaje de Samuel L. Jackson, dejando aparte el hecho de que habla con acento de pueblerino de campo y expresiones de rapero gansta de guetto, en un momento dado hace uno de los comentarios más crueles y racistas que se escuchan en la cinta y no deja de chocar que él también es esclavo y negro. Muy curioso.
Jamie Foxx hace un trabajo correcto. Pero es que los autenticos robaescenas son el malo (Leonardo Di Caprio) y los secundarios (Cristoph Waltz y el ya nombrado Samuel L. Jackson). Y si te quedas con escenas en la memoria al salir de la sala, son precisamente de los secundarios. La sociedad Tarantino-Jackson sigue teniendo esos momentos y frases míticas. Pero el gran descubrimiento de Waltz como el coronel Hans Landa de Malditos Bastardos empieza a producir personajes que son oro molido, tanto para el guionista, como para el actor. Y el doctor King Schultz vuelve a ser una mina.
Di Caprio. No le perdono su pasado de mojabragas quinceañeras (Titanic, Romeo y Julieta,…). Pero en Origen me convenció de que es buen actor. Y en Django Desencadenado demuestra autentico talento para hacer de hijo de puta racista negrero sin entrañas ni corazón que solo ve el dinero que cuesta un esclavo y no la persona que está detrás del fajo de billetes y hacerlo sin pestañear siquiera.
Resumiendo. No es Pulp Fiction. No es Reservoir Dogs. Ni siquiera se acerca a Kill Bill. Pero el trabajo de guión hace que lo que podía resolverse a tiros en una carnicería-venganza-persecución sea mucho más. Me ha gustado mucho. Vale que estoy entregado desde Reservoir Dogs a un cine al que se le pueden achacar muchas taras y defectos. Pero historias como esta que te tienen 3 horas pegado a la butaca hacen que lo perdones todo. Recomendable.