Imaginad un país. Cualquiera.

Donde los servicios públicos básicos son gestionados por empresas privadas. Donde se busca el beneficio sobre el servicio. Donde la tasa de paro está disparada. Donde tanto el Gobierno como la oposición no hacen nada más que insultarse y echarse la culpa de la situación. Donde los directivos de los bancos, causantes e impulsores de todo el lio del que estoy hablando tienen los santos huevos de desahuciar a la gente y declarar beneficios. Donde estos mismos directivos que deberían estar en la carcel, reciben, cada seis semanas un nuevo rescate a la banca mientras la gente que paga ese rescate recibe recortes, privatizaciones o, directamente, despidos. Donde personas que están por encima de la ley y con todos sus gastos pagados hacen un resumen anual de lo que creen que está pasando y aconseja lo que cree que debería hacerse. Donde la gente sale a la calle a aparentar lo que no tiene. Donde quitan la comida de la boca, pero los chistes se propagan con una rapidez inaudita. Donde los sindicatos están conchabados con patronal y defienden lo que les interesa, como sus asignaciones y prebendas. Donde la sanidad y la educación de calidad se van a convertir en lujos. Donde se va a pagar por pedir justicia. Donde militares y obispos no van a sufrir ningún recorte.

¿A alguien le suena?

(Iba a escribir mi clásica y habitual inocentada, pero me he dado cuenta que hay gente que se lo debe estar pasando en grande -o sea, ni puta gracia- con toda la situación económica actual. Por todos ellos, este año no ha tocado broma.)