Sabida es mi querencia por el Athletic de Bilbao. Y si una cosa era (pretérito perfecto) habitual en este club de mis amores es que los veranos eran lo más soso que ha parido madre.
Uno o dos canteranos subidos al primer equipo. Alguna salida más o menos traumática, cesiones con la clásica frase de «Irme servirá para volver la temporada que viene más preparado» y algún runrun de fichaje más o menos estelar que nunca se producía. Y así. Año tras año. Soso. Tranquilo. Nada comparable a los jaleos que se montaban en la sede de la LFP con el Madrid y el Barça apurando hasta el límite para incendiar el mercado.
Hasta este año.
¿El culpable? Fernando Llorente.
El delantero internacional acaba contrato este año. Y, en las conversaciones de renovación forzó su mano. Negociaría su futuro despues de la Eurocopa, pensando en que si se revindicaba en la competición de selecciones, podría pedir una cantidad de dinero acorde a lo mostrado en el escaparate internacional. Resultado, el que todos conocemos. Vicente del Bosque le dejó sentadito en el banquillo durante todo el torneo y los aficionados respiramos medianamente tranquilos, pensando que ya no se subiría a la parra. Vacaciones, vuelta al curro y se lía la de $deity. Declaraciones ambiguas, medias verdades, medias mentiras…
… mientras tanto, a la chita callando, y aprovechando que el delantero tiene más tirón y se le tiene más marcado mediaticamente, cada vez empieza a coger más fuerza el rumor de que el otro campeón europeo del Athletic, Javi Martínez, piensa aceptar la oferta del Bayern de Munich. Nadie (NADIE) en su sano juicio en Bilbao piensa que estos cantos de sirena lleguen a buen término. Basicamente, porque la clausula de rescisión del centrocampista es de 40 milloncetes de euros, a pagar a tocateja si el jugador se quiere ir y los clubes no alcanzan ningún acuerdo.
Y mientras todos los focos apuntan a Llorente, Martínez se deja querer y sigue negociando con el club bávaro. Y cuando todo el mundo apostaba porque Llorente cambiaría de camiseta, la primera sorpresa: Javi Martínez es cazado pasando reconocimiento médico en la hermosa ciudad alemana. Episodio chusco digno de sainete de enredo clásico, con el jugador volando a Münich en vuelo privado con nocturnidad y alevosía. Volviendo a Madrid al día siguiente en el mismo avión privado y depositando el aval de los 40 milones de euros en la sede de la Liga. Todo ello con una sonrisa bobalicona y falsa que demuestra que, aunque el Athletic es un club especial (y visto lo visto, con una afición que supera, con mucho, a los componentes de la primera plantilla), los jugadores siguen siendo mercenarios que van donde mejor les paguen.
Vamos a ver. No es el hecho del fichaje lo que cabrea y jode. Son las maneras. No puedes soltar un día «esoy muy a gusto en Bilbao hasta 2016» y mes y medio más tarde, agarrar y pirarte ¿Que se ha pagado dinero? Si. Pero es que el Athletic, por su filosofía, por su idiosincrasia, no tiene un mercado tan abierto como el resto de clubes. No puede llegar y poner el taco encima de la mesa para llevarse, por ejemplo, a Kaká. Es un dinero que no tiene destino, más allá de mejorar infraestructuras y/o pagar sueldos.
Pero el penúltimo episodio ha sido ya de guión malo de vodevil de cuarta categoría. Por lo visto, el señorito dejó cosas en su taquilla de la instalaciones de entrenamiento de Lezama. Y aprovechando que había estado de cena con unos amigos por Bilbao, a eso de las once y media no tuvo mejor idea que saltar la valla para recuperar sus pertenencias. Y un guardia de seguridad le detuvo, le identificó y tras las llamadas pertinentes, le dió acceso a su armario. Total, para encontrarse la taquilla vacía y con sus cosas en una bolsa en un despacho administrativo. Resumiento: Ir a mear y no echar gota.
¿Sábeis estas teorías de que tanto balonazo en la cabeza no puede ser bueno? Pues este chico ha debido recibir demasiados. Porque muy despierto no se le ve.