Las entradas a la capital los domingos por la tarde noche a partir de mediados de junio son un infierno. Además, por circunstancias propias y ajenas, tuve que hacer escala en León. Con lo que chuparme otras cuatro horas de coche no me motivaba especialmente. Más, teniendo en cuenta que conozco la A6 en estas fechas y sé que el atasco comienza en los túneles de Guadarrama, a 70 kilometros de Madrid y que la única vía de escape es, 60 kilometros despues, la salida por la M40.
Así que me quedé en León. Y a eso de las cinco menos cuarto de la mañana, con las aceras sin poner, me monté en el Clio y salí dirección Madrid. Conducir de madrugada tiene su parte buena: no hay casi nadie en la carretera, ves amanecer, generalmente en paisajes naturales cortados unicamente por la cinta de asfalto que recorres y lo que sea que suene la radio (o lo que estés escuchando) cala bastante más. En contra, evidentemente, el sueño, no ya el que puedas tener mientras estás al volante, sino el que arrastras el resto del día y, por supuesto, que el atasco te lo comes igualmente, por supuesto.
Pero no es lo mismo un atasco de entrada un domingo que el atasco «habitual» de las mañanas. Clavé el horario. 3 horas de viaje y una de atasco para estar sentado en mi silla produciendo a las nueve menos diez de la mañana. Y ayer, entre lo despelotado que estaba y que quería ver el partido, me tomé fiesta en el tema de las fotos de Japón. Me quedan 300 por revisar. Esta semana tengo la selección definitiva. Ahora queda procesarlas, que espero que sea rápido. A ver si el miercoles encuentro otro rato para seguir contando cosas.