Aviso, que me he despertado de muy mala hostia y encima, un par de circunstancias me han puesto de peor humor todavía, así que hoy tengo para todos…
Puede parecer fácil, pero es que no escribir sobre la monarquía de este país con la que está cayendo ya sería dejar pasar la oportunidad. Casi es obligatorio. Y es que uno empieza a detectar un cierto cansancio del tabú mediatico y social del que disfruta la familia (y gorrones jetas agregados) del Jefe del Estado. Es muy fácil dormirse en la cima del poder y el cabeza de familia ha caído en el pecado de la displicencia. No es una mala vida, pero existen cosas más divertidas que hacer que representar. Y desde luego, de espaldas a la opinión pública.
De ahí el cabreo que se nota en el ambiente cuando surge el tema. Mucho presidir desfiles, inaguraciones y demás, y una única alocución al año a los gobernados. Que apurando mucho, incluso ni siquiera la escribe él. Vacaciones pagadas en Mallorca en época estival y en la estación de esquí a elegir en invierno. Viajes pagados (en visitas oficiales y/o privadas), cero explicaciones y un muro mediatico que filtra todas las informaciones sobre tu vida. Es que no me jodas. Cualquiera se cambiaría con él.
Pero es que estamos hablando de un cargo público que -se supone- representa al país. La diferencia es que no es electo y que se mantiene por cierto sentimiento de cariño que recuerda tiempos pasados donde si se tuvo que ganar el pan con el sudor (es una frase hecha) de su frente. Amos a ver. Gracias a la elección a dedo de un señor bajito que estuvo dando por culo 40 años, tuvimos una figura que, para bien o para mal aglutinó sensibilidades y que, muy importante, pudo continuar haciendo lo que el señor bajito hizo: ordeno y mando, ya que estaba legitimado (oficialmente) para hacerlo. Renunció a ello, convocó elecciones libres y se plegó a la voluntad soberana del pueblo que pudo haber gobernado. Y a dormir en los laureles en la buena vida. Inviolabilidad jurídica para él y su familia, casa, sueldo y casi, vivir de gañote hasta el fin de sus días. Pues no fue mal trato.
El problema ha venido cuando este señor ha pretendido dar consejos y lecciones en un momento delicado para toda la sociedad de la que es representante y ha sido pillado haciendo todo lo contrario. Y es que ya no estamos hablando de cuchicheos a sottovoce acerca de los viajes en moto de su Majestad, confidencias acerca de su vida de pareja o cotilleos acerca de fines de semana en cortijos realizando batidas de caza. Documentos gráficos y un precio establecido por un safari de siete días en el corazón de África incluyendo el derribo, a base de cápsulas de plomo, de un paquidermo solo por el mero hecho de obtener una foto y el poder decir que se ha tenido el ¿orgullo, placer? de haber cazado el mayor ser vivo terrestre.
Es por eso que las palabras de ayer cuando salió del hospital me sonaron a la clásica disculpa de preadolescente. Un jefe de Estado no puede pedir perdón de esa manera. Dando a entender que, si nos hemos enterado ha sido por el accidente que sufrió. Y que volverá a repetirlo a la menor oportunidad. Y por eso, toca joderse y efectuar alguna concesión: Transparencia total acerca de las cuentas que maneja el apartado «Casa Real», eliminación de gorrones (cuñados, nietos no afectados por sucesiones,…) y, como mínimo, un rectificado oficial y a poder ser, como el discurso de Navidad: público y tragando saliva. Porque la mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo.
(Ala, veda abierta, ustedes mismos. No voy a entrar a ningún trapo, yo me he quedado a gusto)
Agustito que se ha quedado usted, me alegro. Y es que con la que está cayendo además que nos meen, no hay paraguas que lo aguante.
Ondo segi
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Totalmente de acerdo.