El martes estaba yo a mi pedo a puntito de salir del curro cuando una persona compartió conmigo una confidencia privada sobre su vida. Ya sabéis, el roce hace el cariño y hemos compartido unas cuantas vivencias. Lo habitual entre buena gente.

Mi primera reacción fue de incredulidad. Un «Venga ya». No tanto por lo que me contaba, que era de traca, si no por como lo contaba. Como si fuese un chiste. Un sucedido a otra persona. Algo para contar en un bar y descojonarse vivo. Me dió la razón. Dice que todavía no lo ha asimilado y que el bajón está por llegar. Y me dejó a mi pensando en eso que se cuenta de que la realidad, cuando se pone, supera, con mucho, a la ficción.

Porque lo sucedido es de esas cosas que no crees que ocurren a nadie hasta que te lo cuentan. Y no, desde luego que no es lo mismo verlo en cine que sufrirlo, primero y que te lo cuenten, de primera mano, después. Y así ando, rumiando la desgracia de mi pobre compi, no tanto por lo sucedido (que vamos, cosas peores hay, pero tampoco se me ocurren muchas) si no porque, como digo, no hay ficción que refleje semejante acontecido… 8(