Bueno, las cosas como son. Las secuelas, y más en los últimos tiempos, parece que están programadas para exprimir las sagas. Y esta película no es una excepción. Porque la ves y no está mal. Pero una escena final ya te pone en la pista de que probablemente haya una tercera parte. Y hombre, tampoco es que quieras que te lo pongan tan simple.

La primera fue uno de esos éxitos dormidos que a lo tonto a lo tonto, ibas a pasar el rato y acababas con una sonrisa tonta. Esta que me ocupa tampoco es que sea la risión padre, pero sirve para echar unas risas. Po, el panda protagonista, ya se integra completamente en el grupo de guerreros y ahora se ocupa de mantener la paz. Pero una amenaza que no tiene que ver con el Kung-Fú se cierne sobre China. Además, por fin encuentra explicación al hecho de que su padre sea un ganso.

Vamos, que al ser una peli de animación tampoco hay mucho más donde rascar, y como siempre en estas ocasiones, en la versión original un reparto de campanillas para las voces se transforma en únicamente en Florentino Fernández (ojo, que no lo hace nada mal y te descojonas) y pare usted de contar. Pues eso.