Bueno, pues casi un mes después (entre pitos y flautas, y más de lo segundo que de lo primero) por fin he sacado un rato para comentar la semanita que me casqué en los Emiratos Árabes, principalmente en Dubai con una escapadita a Abu Dhabi.
Por donde empiezo, por donde empiezo… bueno, si hay un leiv motiv principal en este viaje es el calor. Pero no el concepto de calor que podemos sufrir por estas latitudes esporádicamente, no. Estoy hablando de un calor húmedo, de lavandería, que solo te hace sudar y únicamente te motivas para saltar de aire acondicionado en aire acondicionado. La demostración la tuvimos nada más salir del aeropuerto cuando llegamos a la una de la madrugada: para coger un taxi hay que salir de la terminal. 31 grados. Humedad. Los pantalones y la camisa se te pegan al cuerpo. Y eso que era de noche. Nuestros peores temores se confirmaron al día siguiente cuando salimos a la calle y nos dió el sol de pleno.
(salto para no copar la portada)
Y es que por ley, en los EAU, a más de 50º está prohibido trabajar. Y si no se superan, mucho no debe faltarles ¿Cúal es la trampa? Que no existen termómetros en las calles y cada ciudad tiene una única temperatura oficial. Que casualmente se queda rondando los 49º, con lo que, si trabajas (y lo que es más importante, trabajas en el EXTERIOR) no te queda otra más que apechugar.
Alguno dirá: bueno, pues sal por la noche. Si, buena idea. El problema es que al ser un país islámico, el concepto de «noche» no es el mismo que podemos tener los mediterraneos. Por decirlo finamente, a las diez y media se acaban los metros y los taxis pasan a cobrarte un suplemento por servicio nocturno. Los locales comerciales cierran y más allá de los bares de los hoteles o las marinas, tampoco vimos mucha más animación. Claro que tampoco la buscamos. A ver, tampoco es que sea un peñazo de país y tampoco está prohibido todo (no es Arabia Saudí, por ejemplo), pero eché en falta el meterme en un garito.
Ya digo que todas las actividades estaban supeditadas al calor. Es decir, a pasar el menor posible. Saltar de aire acondicionado en aire acondicionado, meterse la mayor cantidad posible de líquido, echarse un montón de crema para el sol (alucinante, no me quemé!) y andar, mucho andar. Mi hermano y yo somos de la opinión de que los países, si hay tiempo, hay que conocerlos a nivel de calle, pateando para empaparte del modo de vida de la gente local. Gente local que yo no me explico como pueden vivir ahí sin morir deshidratados. Bueno, si. Que al entrar al país les extirpen las glándulas sudoríparas.
Porque no he dicho que locales, lo que se dice gente árabe hay poca. Casi todo lo que se ve en las calles, en los vehículos de reparto y en los taxis son gentes de otras etnias: pakistaníes, filipinos, hindúes…. que son los que hacen los trabajos «diarios» por así decirlo. El dirham ( 1 EAD = 0.20 Lebros ) no es una moneda especialmente fuerte y los salarios medios son muy bajos. Esto hace que lo que son compras básicas (ropa, comida) sean relativamente baratas, pero hace que los centros comerciales (las mismas marcas que en Europa o EEUU) estén vacíos de emigrantes y lleno de árabes con ganas de dejarse los dólares del petroleo en artículos de lujo.
Esa es otra. Como cultura no me he sentido atraído: demasiada ostentación, demasiadas cosas superfluas y un derroche mayúsculo de recursos hídricos y energía eléctrica en cosas como una pista de nieve (con remontes y todo), una pista de hielo o parques verdes (cuando los solares de los alrededores son auténticos pedregales). Lo de las palmeras en Jumeirah o lo de las islas con la forma de los países del mundo son solo eso, alardes de chulería y ganas de demostrar al mundo que no saben que hacer con la cantidad de pasta infame que poseen, que se aburren y solo saben construir.
Porque, retomando lo anterior, Dubai, propiamente dicho, (Bur Dubai) es la típica ciudad árabe de edificios de cuatro, cinco plantas, mezquitas a cascoporro y sin plan de urbanización. Se ve que se construía cómo y donde se podía. Lo mismo pasa con el distrito al otro lado del Dubai Creek, Deira. Pero con la llegada de la pasta del petróleo, se ha empezado a construir donde se puede (y tienen mucho desierto donde construir) con un cierto criterio. Digo lo de cierto porque la consigna es clara: rascacielos inmensos, con manzanas delimitadas por autopistas y muchos solares entre medio. Y claro, con esto consgues un skyline precioso, pero a nivel de calle es una autentica aberración.
Y digo lo de aberración porque los rascacielos están muy bien, pero están totalmente vacíos. A pesar de la cantidad de gente que se ve, tuvimos la sensación de que los distritos comerciales de rascacielos están muy abandonados, de que realmente se están comiendo los edificios de oficinas sin vender ni alquilar. Y claro, ya digo que en la Marina (el puerto de recreo de la ciudad) ves rascacielos a pocos metros del mar en obras o vacios.
Alguno ya habrá pensado: Y este tolili, teniendo el mar al lado, porqué no se quedó todo el día en la playa? Bueno, para empezar, no me hago tropecientos kilómetros para quedarme en una playa. Pero, por otra parte, un día salimos con el bañador en la mochila por si se nos hinchaban las pelotas de tanto calor. Y se hincharon, se hincharon. El problema es que las playas públicas están sin explotar: Ni un chiringuito, ni unos sevicios, ni una miserable sombrilla… tanto, que nos cambiamos en los servicios de una gasolinera en tercera línea de playa. Y dejamos las cosas a la sombra en el típico cartel de «no hayas el gañan, respeta, nada de animales.. etc».
Y allí que salimos escopetados hacia el agua. Con los pies desnudos a medio hacer corriendo sobre las ardiente arena… cuando llegas al agua y encuentras que, por lo menos a la altura del ombligo, sigue estando… templada. Limpia, azul, cristalina, salada y… caliente. Un asquito, porque el menda, acostumbrado al fresco mar Cantábrico y al gélido rio de mi pueblo, lo de las bañeras calientes solo lo tiene metido en el subconsciente en hoteles y sitios similares. Vamos, que lo de bañarse en el mar no fue una gran idea. De ahí que nos cobrasemos cumplida venganza una mañana entera en la piscina del hotel, donde, por 30 pichirulos = 5 leros (pichirulo: unidad internacional de equivalencia para mi hermano en lugares donde la moneda no es ni el dólar ni el euro) pude volver a sentir frescor.
Y es que ese día contratamos una excursión por el desierto para hacer lo que venimos a denominar turismo de palo: donde te llevan a sitios para que compres, compres, compres y te dan de cenar con espectaculo. Pero lo de meterte en medio del desierto para hacer «dune bashing» con un Toyota LandCruiser moló. Muy divertido bajar dunas de más de 25 metros en caida vertical. Y el conductor se lo pasaba en grande… No estuvo mal, no.
Hablando de todo un poco… el parque automovilístico de la región es impresionante. Los coches son baratos y el combustible aún más, por lo visto. A ver, cuando dejas de contar BMW M5, Hummers y Maseratis, ya te da una pista. Pero que el coche más «normal» que haya visto sea un Peugeot 205, casi casi como rareza, te da una idea de cómo está el patio. Y cuando vas en taxi al hotel despues de haber aterrizado a la una de la mañana atravesando una autopista de 7 carriles (en tu sentido) te preguntas si aquí lo llenan alguna vez. Pues si. Atascos matutinos y vespertinos en la Sheik Zayed Road.
Lo cual me recuerda que doy gracias a $DEITY por no haber alquilado ningún vehículo de motor. Es alucinante el desprecio que tienen por el vehículo y la vida, propias y ajenas. La pirula está a la orden del día y, aunque aquí tenemos grandes virtuosos del solo de claxón, allí tienen montada la sinfónica de Londres del aviso acústico. No existen palabras para describirlo. Pero amigos, he de reconocer que en este viaje he temido por mi vida. He vivido en propias carnes DOS pirulas de las de empezar a rezar porque ni confías en el conductor ni lo que ves te llena de tranquilidad.
La primera fue con una fragoneta del hotel que nos llevó a la estación de autobús de Bur Dubai para coger un autobús a Abu Dhabi. Por no alargarlo demasiado, hizo una incorporación a la izquierda antes de un semaforo de las de «esto es lo que yo desprecio mi vehículo, a ver lo que despreciaís el vuestro» que nos dejó temblando, porque no fue un único carril, sino dos. Y del tirón. Blanco me bajé… Pero con lo que vino dos horas después ya no me quedaba sangre en las venas. El conductor del bus a Abu Dhabi se saltó la salida correcta para el itinerario marcado. Y en estas, que se detiene en el arcén de la autopista. Yo, avisado tras la jugarreta del conductor de la furgoneta, pienso para mí que es una parada de estas «no programada» para que alguien se baje cerca de casa. Cuando, para terror de mi hermano y mio, el autobús empieza a dar MARCHA ATRÁS para coger la salida anterior. Mi hermano y yo estabamos pensando en nuestras últimas voluntades, porque el miedo a que nos embistiese un camión era muy real. El autobús llega a la salida y continua su camino alegremente, incoporandose a la circulación desde parado desde la izquierda… un momento muy malo y muy tenso…
Y poco más. Subida y atardecer el Burj Khalifa, espectaculo de agua, luz y color en el Dubai Mall por las noches, cruzar el Creek en abras (un barquito local con medidas de seguridad mínimas y precio muy barato), Abu Dhabi es horrible, no tiene nada… , no existe gastronomía local y he descubierto la cocina libanesa (recomiendo encarecidamente el Tabbouleh), noches eternas en el hotel con el aire acondicionado puesto a tope y luchar por respirar. Vamos, en balance he conocido otra cultura. Pero la meteorología ha condicionado tanto el viaje que ahora mismo, si me ofrecen volver gratis, diría que no. No estoy hecho para pasar calor.
P.D.: Para muestra del cachondeo que nos traemos mi hermano y yo cuando vamos a un país donde nadie nos entiende, aqui tenemos un fragmento de una conversación faltona de las muchas que nos tuvimos…
– ¿Cuantos años le echas al niño pakistaní de enfrente?
– Joder, por el bigote, 29.
Que envidia. Las fotos son todas tuyas?
La duda ofende, caray….
Te has hecho de rogar. Un viaje interesante y curioso. Pero con el calor que hace aquí, no me quiero ni imaginar la que hace allí.