Decepción, cabreo, frustración…
Irme de vacaciones a las Quimbambas y aún así, enterarme de todo lo que estaba pasando en el país me hacía sentirme ilusionado. De que por fin, algo se estaba moviendo. Que las cosas iban a cambiar. Que estamos hartos de que, esté quien esté residiendo en la Moncloa, la última palabra la tengan los bancos, las corporaciones y los imperios mediaticos. Que estamos hartos de que al final, gobierne quien gobierne, el pato, la fiesta y el funeral lo paguen los de siempre: La gente de a pie. Tu, yo, nosotros.
Iluso de mi.
Lo único para lo que ha servido toda esta indignación ha sido para que el resto de la gente, la de la revolución silenciosa del sofá, la de la indignación de «bueno, ya mañana si eso» o la del «mejor vosotros que yo» ha decidido votar. Y votar de tal manera que han dado un cheque en blanco a todo aquello que se quería evitar. Y así nos va. En este país donde todo es o blanco o negro. Del Barça o del Madrid. De la tortilla con o sin cebolla.
Tiempos aciagos para la rebelión. (Uys, no, espera… esto ya lo he oído yo antes… espero que no venga el señor Lucas a cobrarme nada) Una vez más, y por desgracia, para mi ha sido una cosa reveladora, las redes sociales, Twitter, las convocatorias…. no expresan la realidad de nada en este país. Queda muy bien en titulares y es gratificante saberse parte de algo. Pero visto el resultado, aquí tiene que pasar algo muy gordo para que las buenas intenciones de las acampadas, de los indignados, de quienes nos sabemos con ganas de cambiar las cosas lleguen a puerto. Ya lo de bueno o malo es secundario. El objetivo es hacerlas realidad.
(Vale, me quedan por escribir post acerca de la carrera del domingo y de las vacaciones. Pero es que este es especial. Saber que estás haciendo ruido y que la prensa internacional lo refleje daba la sensación de que las cosas podían cambiar. Y no lo han hecho. Es por eso que me siento bastante desilusionado y desengañado. Y ahora mismo, esto es lo que da la medida de mi estado de ánimo.)