Tengo la desgracia de tener que coger el coche para llegar a mi puesto de trabajo. Principalmente, porque la opción transporte público me supondría salir de casa hora y media antes y retroceder para avanzar, cosa que me fastidia bastante. Además, puede que necesite acercarme al CPD de los servidores (que, hablando mal y pronto, está donde Cristo perdió la boina) en cualquier momento, con lo que es una buena idea tener un vehículo a mi disposición para plantarme allí con urgencia si algo ocurre.
Pero tras 6 meses de moverme a diario con mi pequeño Clio por la periferia norte de Madrid dan para muchas cosas. Y la principal de todas ellas es que no comprendo esta maldita manía de llevar a los hijos al colegio en coche. Durante los periodos vacacionales (Semana Santa, Navidad) se nota un descenso del volumen del tráfico y una fluidez que en días lectivos es impensable. Y sé de lo que me hablo. El mismo trayecto, un día normal, media hora (sin aparcar, pero eso es tema aparte). Un día NO lectivo, tardo un cuarto de hora APARCANDO y casi, casi, en la oficina.
Vale, entiendo que haya gente que no quiera pagar el servicio de autobús que pueda tener su centro lectivo. Pero si empezamos a juntar a todos los coches que quieren o deben pararse a la puerta del colegio para descargar churumbeles, nos encontramos un atasco del copón bendito. Porque esa es otra. No se les puede dejar a 500 metros. No. En la puerta. Multipliquemos por 30 coches (por lo general todoterrenos o coches grandes) cada 3 minutos en el tramo comprendido entre las ocho y media y nueve y media de la mañana. Sumemos autobuses, dobles filas (incluso triples) si tienes la desgracia de pasar por enfrente de un centro escolar y un factor aleatorio en forma de obras, controles o incidencias varias.
Total, que llega un punto en que ni me altero. Es lo que hay. Pero cuando pasas dos semanas sin pega alguna (vacaciones de Semana Santa), volver al mundo real del mañanero atasco dan ganas de ir pinchando neumáticos a todos esos vehículos donde ves al conductor y a una única criaturita de dios.