No sé cómo lo hago, pero las últimas dos películas que he ido a ver al cine me han dejado la sensación de que hay que tener un guión totalmente ido de olla para hacer una película en condiciones. Y es que el punto en común entre Sucker Punch y Cisne Negro es la paranoia y el punto de realidad alternativa que sufren ambas protagonistas.

Y es que la protagonista, internada a la fuerza en un manicomio por su padrastro, no es que se monte una realidad paralela para sobrellevar la estancia, sino que se monta DOS. Y es esa segunda realidad la que ha vendido la peli, porque es una realidad donde la protagonista y sus compañeras forman una especie de comando futurista encargado de realizar misiones con infinidad de tiros(!), robots(!!), dragones (!!!) y nazis zombies (!!!!!). Y sin despeinarse ni perder la sombra de ojos y seguir divinas de la muerte. Y repartiendo hostias como panes. Vamos, que lo del samurai con minigun (La «Impaciente» de Depredador) pronto queda olvidado por la macarrada de escenas en la realidad alternativa 2.

Y es que la otra realidad es el disfraz donde la protagonista conoce al resto de compañeras y juntas establecen una hermandad para conseguir que huir antes de que sea demasiado tarde. Me reafirmo. Una ida de olla como no hay otra. Pero el director es Zack Zynder, a quien todos recordamos de obras cumbres del uso de ordenador para -casi- todo como son 300 y Watchmen. Lo curioso del caso es que las escenas que no son de acción están bastante bien resueltas y, dentro de lo que viene a ser la ida de olla general que es la película, pues aportan su puntito de sensibilidad y, que leches, un poco de trabajo al actor, que no todo va a ser repartir galletas y plomo.

Pues eso, que un reparto de mozas de buen ver, la más conocida de ellas, Vanessa Hudgens en un papel muy alejado de su más famoso personaje de princesita Disney en High School Musical y como secundaria, Carla Gugino. En fin, un WTF palomitero, con pretensiones filósoficas que duran lo que tardas en salir por la puerta del cine. No vale la pena darle más vueltas.