Tengo debilidad por Natalie Portman. Para que vamos a engañarnos. Rozando la pedofilia (León el Profesional) y luego ha ido ganando con los años. Y el reclamo del Oscar a la mejor interpretación femenina me llamaba. Hasta tal punto que decidí pasarme la lluviosa tarde de ayer en el cine, viendo Cisne Negro.
Vaya por delante que la interpretación de la susodicha es estupenda, así como la del resto de protagonistas (Vincent Cassell en un papel medio decente, por primera vez en mucho tiempo y Mila Kunis totalmente alejada de la cándida y pijotera Jackie de «Aquellos Maravillosos 70») PERO. Y el pero es muy gordo. El guión no hay por donde cogerlo. Es una macarrada de escándalo. Un tripi mal dado y peor tomado del guionista en cuestión.
Una bailarina resulta elegida para realizar un papel doble en la representación de El Lago de los Cisnes. Uno de los papeles es perfecto para ella, el otro empieza a consumirle y a agotarle. La exigencia del director del montaje, sus relaciones familiares y la llegada de una nueva bailarina a la compañía provoca más angustias a una mente que se revela cada vez más frágil e inestable.
Pues eso, que salí del cine pensando, en las inmortales palabras de Krusty el payaso «¡Pero qué demonios es eso!». Es que la película es una joyita en lo referente a interpretación, montaje y fotografía (bueno, se abusa un poco de la cámara al hombro, pero vamos, que esto ya es tendencia generalizada), pero es que lo del guión es… ufff… muy duro.
Vamos, que creo que hoy, cuando llegue a casa me voy a poner Predator o La Jungla de Cristal. Necesito acción, tiros y explosiones. Que no tendrán ningún sentido, cierto. Pero por lo menos entenderé qué es lo que pasa. Necesito un guión predecible.
En la propia película explican de qué va el Lago de los Cisnes y, de hecho, el guión va muy en paralelo: el cisne blanco es la pureza, perfección, etc. y el cisne negro lo contrario, aunque en ocasiones genial. También el paralelismo con Sigfrido = Thomas y la pugna entre los dos cisnes = Nina y Lily, hace que sea más fácil de seguir.
Luego todo el trastorno obsesivo-compulsivo de Nina y el trueno mental con el que termina es bastante lineal y casi esperado en la mayoría de películas de Aronofsky (todos sus protas se obsesionan hasta la locura en PI, Requiem por un sueño, La fuente de la vida y El cisne negro).
Quizá es que ya iba preparado para Aronofsky, pero me esperaba una fumada mucho mayor ;-D
Txipipastástico!!! 😉