Borja Cobeaga es especialista en llevar al límite a su protagonista masculino. Bien por propia iniciativa, como en Pagafantas o bien arrastrado por las circunstancias y por gente que quiere ayudar y solo consigue enredar aún más la trama, como en la película que nos ocupa. Y llega un punto en el que tu, como espectador, solo puedes sentir pena por el protagonista. El Gorka Otxoa de Pagafantas y el Unax Ugalde de No Controles alcanzan un punto de patetismo en el que yo, por lo menos, no puedo sentir más que pena por él.

Pero claro, el cómo se consigue, las personas que ayudan a conseguirlo (con amigos como estos…) y la propia circunstancia de partida hacen que empieces a ver la película con una sonrisa. Carcajadas al final, por supuesto. Pero subes y bajas por el tobogan emocional que sufre el protagonista. La premisa es sencilla. Una pareja de ex-novios se ve obligada a pasar la nochevieja en un hotel de carretera porque todos los vuelos han sido cancelados debido a una tormenta de nieve. El chico desea recuperar a la chica, pero no sabe como. Y un antiguo compañero de colegio de él, reencontrado en el avión justo antes de salir, intenta ayudarle como mejor puede.

Vamos, nada nuevo ni nada no visto ya, pero bastante divertido. Porque hay situaciones cómicas que arrancan la carcajada. El compañero de colegio, Julián López (Muchachada Nuí, Museo Coconut), es uno de esos secundarios robaescenas que cada vez que aparece en la pantalla tiemblas, porque sabes que te vas a descojonar. Y todo ello rodeado con unos secundarios muy buenos que aportan solidez a la trama (Geniales Secun de la Rosa -el hermano gay de Mauricio en Aída- y Mariam Hernandez -la cajera choni de «La Tira»-).

Vamos, que cine español de ese «alternativo» sin curas homosexuales ni pretensiones de trascendencia ni ritmo cansino. Vale para pasar una tarde entretenida y eso es suficiente con la que está cayendo últimamente.