Vaya por delante que no fumo. Y que he sufrido y sufro todos los efectos del tabaquismo pasivo. Toses, malos olores, etc, etc… Así que bien por la nueva ley.

El problema es que no se puede imponer la prohibición de una cosa y, a la vez, recaudar dinero -y no poco- con la venta de dicho producto. Que el fumar es una putada para quien lo presencia es un hecho («cabrón, no me eches encima lo que tú no te fumas«) pero la cosa es que debería haber un poco de tolerancia por ambos lados.

Porque al final lo que estamos haciendo es criminalizar y enquistar posiciones enfrentadas. Cosa que, con tolerancia y un poquito de respeto, se llegaría más lejos. Porque si a tí te apetece un cigarro y me pides permiso para fumarlo, no tengo inconveniente en permitírtelo. En un bar, en la calle o a la puerta de un hospital. Pero tú, con tus dos deditos de frente, si ves a una embarazada, estás dentro del mismo hospital o tienes a niños en la mesa de enfrente, deberías apagar el cigarro. Por simple educación.

Claro, pero es que el problema aparece cuando la gente que no es educada ni considerada coge el mundo por montera y fuma como y donde le da la gana. No, no es cárcel ni multas lo que necesitan. Son clases de educación. Y eso no se puede legislar. Porque si al final legislamos todo, salir de la cama en pelotas estará penado. No vaya a ser que la señora de enfrente nos vea el cimbrel a las siete y media de la mañana.

Y en esas andamos, con una ley antitabaco que hace que toda la gente que tuvo que invertir en reformar locales con la puta chapuza del proyecto anterior muy quemadita, porque nadie les paga una obra que se tuvo que hacer para adecuar el local a una norma que, a partir de hace dos días, ya no sirve.

Y estas son las decisiones que al final, marcarán el resultado de unas elecciones generales. Detallitos tontos como este.