(Vale, tengo un problema… no es que no quiera escribir «y como ya contaba en el anterior blog…» pero es que veo que muchas entradas se van a duplicar, porque ahora ya no tengo un sitio al que acudir y decir «pues esto ya lo conté». Así que dejo a la paciencia de vosotros, lectores, aguantarme según qué cosas. Intentaré que no sean habituales esas referencias al pasado. Gracias)
Me puede, me mata, no soy persona. El calor me resulta pesado e intratable. No puedo dormir, no puedo respirar y solo vivo de ducha en ducha. El resto del tiempo solo sudo, boqueo como un pez y doy cabezadas como un headbanger en un concierto de Metallica. Y esto, que en fin de semana se lleva medianamente bien porque -sencillamente- hago lo que me da la gana, en la semana laboral me resulta más bien pesado, porque cuando salgo del tajo solo tengo ganas de meterme a dormir.
Vamos a ver: disfruto del veranito como el que más, pero estoy habituado a no luchar por respirar. A no sudar mientras lucho por dormir. A un poquito de humedad y a un poquito de aire que hagan salir de casa algo diferente a un acto de fe… etc… Y Madrid, en estas fechas, cuando a la una de la madrugada el mercurio todavía marca 30º, no es el mejor ecosistema para mi. Disculpen si me encuentro vago y poco activo. Es el calor, no soy yo.
No estás acostumbrado al clima mesetario:
para el día: camiseta de interior de algodón y no pisar la calle de 12 a 18. Si lo haces, suela gorda que no coja calor (curiosamente se va mejor con botas de suela gorda que con zapatillas de suela fina. El calor de Madrid es, en parte, generado por el asfalto).
para la noche: camiseta + ropa interior o desnudo. Sábana por la tripa o, si te quieres tapar, una pierna completamente fuera de la sábana.
Prueba y me dices 😀
Yo tampoco lo soporto. Dios, quiero que llegue ya el otoño.